Se hizo conocido por contar que tuvo una experiencia extraterrestre, al ser teletransportado a Ganímedes, en 1974. Hoy cree firmemente en un orden que rige a la Vía Láctea y en el “final de un ciclo cósmico”. Compartimos con él en su hotel y en la reunión que sostuvo con la prensa en pleno barrio Suecia. A continuación, una tarde con un ET. Gonzalo León
La Nación

Vean cómo Sixto Paz enciende su notebook y toma asiento frente a mí en el lobby del hotel Crowne Plaza. Viste un impecable terno y es vegetariano.

–A algunos les puede parecer raro que yo practique técnicas de relajación, como el yoga, para aplicarlas a experiencias de contacto con extraterrestres –asegura–, pero quienes piensan así ignoran que estas técnicas favorecen al sistema nervioso, del que dependen la telepatía y la clarividencia.

Para contextualizar, Sixto Paz es peruano y, en 1974, afirma haberse comunicado telepáticamente y viajado a Ganímedes, una de las lunas de Júpiter. Se encuentra en Chile para dar una charla en la carpa auditórium de San Carlos de Apoquindo.

–Cuando me comuniqué por primera vez con este ser, lo hice sicográficamente. Es decir, mi mano empezó a escribir lo que me decía telepáticamente.

Con miedo, le pregunto qué dijo este ser.

–Bueno, ese día yo estaba en mi casa, acompañado por mi madre y mi hermana, así es que me dijo “sala de hogar muy cómoda. Soy de Morlan, que ustedes conocen como Ganímedes, y mi nombre es…”.

Siempre pensé que la familia nada bueno podía traer, pero esto es demasiado.

–Para comprobar esto, mi familia escribió preguntas en un papel, sin decírmelas, y el ser comenzó a responderlas a través de mí. Al final pedimos una prueba y nos dijo que debíamos ir a 63 kilómetros de Lima, a un lugar llamado Chilca, una zona desértica muy parecida al desierto que tienen ustedes.

No quiero recordarle a Sixto que ese desierto antes fue peruano o boliviano, ya no sé. Ni menos que enviar a alguien al desierto suena a Jesucristo y sus 40 días y 40 noches.

–Hay gente que cree que las abejas son extraterrestres –repongo irreflexivamente–. ¿Qué piensas de eso?

–Bueno, hay gente que piensa que “El Código Da Vinci” es cierto.

No les había contado, pero desde el comienzo de este encuentro tres seguidores de Sixto Paz, quien prefiere llamarlos “amigos”, están esperándolo justo detrás de donde nos encontramos ahora. Parecen escuchar como abejas.

–Así es que con unos amigos fuimos a Chilca. Caminamos por el desierto, pero yo me adelanté unos metros y, de pronto, vi un domo luminoso, desde donde salía un ser, de rasgos mongoloides, de un metro y ochenta centímetros, como coreano fisicoculturista, quien me invitó a entrar. Lo hizo en tres oportunidades, hasta que por fin me atreví y me teletransporté a Ganímedes, donde observé una especie de estadio, en el cual la gente practicaba deportes, pero sin competir. Estuve ahí cinco días, pero al salir del domo sólo habían pasado quince minutos.

Mi mente se apresura en decir que esos serán sus quince minutos de fama.

JANIS Y PERÚ

–Después de eso –agrega Sixto, con los ojos ensortijados– hemos compartido con los periodistas experiencias de contacto siete veces.

Y en el notebook aparecen videos de esto. Álvaro Hoppe, quien se ha mantenido atento, fotografía el material exhibido, hasta que Sixto Paz muestra unos libros con ilustraciones infantiles y dice:

–Son libros para niños, ilustrados por mi hija, que es ingeniero en sistemas y fanática del animé japonés.

Observo los libros –“Janis y la esfera dorada” y “Janis y el mágico Cuzco”– y me percato de una leyenda en la contraportada: “Para niños entre 7 y 99 años”. Cambio el switch y pregunto serio:

–Entre Ollanta Humala y Alan García, ¿quién es más extraterrestre?

–Ninguno. Una persona que está ajena a la realidad podría ser considerada extraterrestre, pero no ellos, que son políticos con puntos de vista y que respeto mucho. Ahora, lo bueno de esta elección es que la mentalidad del Perú ha ido cambiando: ya no sigue a personas, apoya causas.

Recuerdo la frase de Joaquín Lavín, esa de que ahora la gente vota por personas, y concluyo que le iría mal, hasta en Perú.

–En dos años, usted ha venido dos veces. ¿Alguna vez ha visitado a la comunidad de peruanos de la Plaza de Armas?

Sixto no sabe a lo que me refiero, así es que tengo que explicarle.

CARMEN, PACO Y JC

Antes de despedirnos en el hotel le pregunté que opinaba sobre la posibilidad de que el fenómeno ovni, al igual que la aparición de la Virgen de Villa Alemana en los ’80, pueda ser utilizado por los gobiernos para distraer la atención acerca de lo que ocurre en la realidad.

–Si los gobiernos hacen eso es un tema a discutir –contesta con una sonrisa–. Ahora, te puedo asegurar que no soy invitado de la señora Bachelet. Aunque sí lo he sido del doctor Alfonsín en Argentina y de la princesa Elizabeth de Yugoslavia.

Pero ahora estoy en el barrio Suecia–alma máter del Negro Piñera– y me apresto a entrar al restaurante Urban House. Antes de hacerlo me detengo para observar el cartel que anuncia la próxima presentación de Lucho Dimas ahí mismo.

Adentro, el lugar está casi vacío, a excepción de la gente de la productora que ha traído a Sixto Paz.

–Yo soy mística –me cuenta Carmen Burgos, dueña de la productora–, y por eso me interesa el mensaje de Sixto, que en privado es mucho más interesante.

Le consulto algo más y me dice:

–La gente en Chile está muy atrasada.

Pienso en Alejandro Zambra, el autor de “Bonsái”, y creo que él concordaría con esta afirmación.

–Nos encaminamos hacia la Nueva Era –complementa Carmen– y la gente está enferma síquicamente.

No sé por qué imagino a Julio César Rodríguez. Como leyéndome la mente, Carmen afirma:

–Paco Rabanne, al igual que Julio César, estaba muy metido en la farándula y era muy poco humilde. Sin embargo, hoy Paco es un místico. Tiene un mensaje que dar y pienso traerlo a Chile.

Carmen me deja para unirse a Sixto, quien recién ha llegado en compañía de la atractiva relacionadora pública de la productora. Además de ellos diviso a una alumna de la Universidad Finis Terrae, una periodista de un medio alternativo, un viejito de pelo largo, un hombre serio que nunca hablará, una mujer desorientada y un seguidor o “amigo”. Este es todo el encuentro con la prensa.

LA CONFERENCIA

En la pantalla gigante se exhibe un documental sobre el fenómeno ovni. Llevamos más de media hora viéndolo, con un sinfín de casos e investigadores destacados, como el mismo Sixto o un agricultor suizo. Además hace frío. Afortunadamente, la atractiva relacionadora pública se contacta con Sixto, y por fin las luces se encienden. Para mi sorpresa, Álvaro Hoppe ya no está a mi lado. Al parecer, ha sido abducido.

–Según su experiencia, ¿cuáles son las razas de extraterrestres que nos visitan? –pregunta la periodista alternativa.

Sixto se toma la chaqueta, como arrugándola, para conseguir el impulso necesario.

–Cuando tuve mi experiencia de contacto, el ser que me teletransportó a Ganímedes me dijo que en esta galaxia había 60 razas y que la Vía Láctea estaba gobernada por un consejo de ancianos, conformado por 24 seres, que representaba a todas las razas.

Un “amigo” pregunta cuál es la verdadera explicación para el tsunami del 2004. Más en confianza, Sixto contesta:

–El año 2003 comenzó la cuenta regresiva para el “final de un ciclo cósmico”. Ese año correspondió, por así decirlo, al primer mes de gestación, a los nueve años que faltan para la Nueva Era y también al capítulo nueve del Apocalipsis. El año 2004, por consecuencia, correspondió al capítulo ocho del Apocalipsis. ¿Y qué dice éste? –expectación en la sala–. Habla de la posibilidad de que un meteorito se estrellaría con la Tierra entre el 23 y el 24 de septiembre. Al enterarnos de esto, muchos grupos de contacto nos unimos y logramos que dicho desastre no ocurriera. Pero nos confiamos, y tres meses después un meteorito cayó al mar y provocó el tsunami.

Nada de tonta, la alumna de la Finis Terrae pregunta por las predicciones para este año.

–El 2006 tiene el riesgo de una detonación nuclear –responde Sixto–. Pero no nos alteremos, porque la Tierra ya murió. En serio, y lo hizo hace mil doscientos millones de años. ¿Qué pasó entonces? Un grupo de extraterrestres fue autorizado para viajar en el tiempo y evitar la destrucción.

Pienso que si los extraterrestres están para evitar nuestra autodestrucción, todo está bien entonces. Así es que decido salir a la calle, como los escolares. Al hacerlo diviso un haz de luz que viene hacia mí. Poco a poco, el haz se transforma en algo metálico. Tengo miedo.

–¡Agárrala bien, León! –escucho de pronto.

Abro bien los ojos y me doy cuenta que me he teletransportado a mi depto y que la cosa metálica es una lata de cerveza que mi chica trotskista me ha lanzado para celebrar.

Fuente:

http://www.lanacion.cl/prontus_noticias/site/artic/20060520/pags/20060520161151.html