Esta entrega de Bajas Vibraciones está enteramente dedicada a la Navidad; esa época del año en la que pensamos en los hambrientos del mundo y, sin duda, por eso comemos tanto.

LAS AUTORIDADES ESPIRITUALES ADVIERTEN QUE, SI EL ESPÍRITU NAVIDEÑO PERDURASE TODO EL AÑO (como proponen algunos desalmados), IRREMEDIABLEMENTE DESARROLLARÍAMOS UNA ÚLCERA GÁSTRICA QUE NOS LLEVARÍA A LA TUMBA.

Hay muchos comentarios infundados sobre la Navidad. Como sabemos, los padres no existen, todo es un montaje de los Reyes Magos. No obstante, algunos, como el Príncipe Felipe, siguen empreñados en que los Reyes son los padres. Otros, siguiendo la lógica de los gentilicios (los de Madrid son madrileños, los de Valencia valencianos, …), proponen que los habitantes de Belén se llaman belencianos. Nada más alejado de la verdad; a los habitantes de Belén se les conoce como figuritas. También es falso que Mary Christmas sea la señora de Santa Claus.

Ahora bien, el mayor atentado contra la realidad (que pretendo combatir desde estas páginas) es el que niega la existencia de Santa Claus.

Es cierto que ninguna especie conocida de reno puede volar. No obstante, existen 300.000 especies de organismos vivos pendientes de clasificación y, si bien la mayoría son insectos y gérmenes, no es posible descartar completamente la existencia entre ellas del reno volador que sólo Santa Claus conoce.

Considerando únicamente a las personas con menos de 18 años, y descartando a los musulmanes, hindúes, judíos, budistas, etc. (de los que al parecer no se ocupa Santa Claus) la cifra se reduce a unos 378 millones, según las estadísticas mundiales de población. Si calculamos una media de 3,5 niños por hogar, estamos hablando de unos 91,8 millones de hogares (suponiendo que en cada uno de ellos, haya al menos un niño que se haya portado bien). Santa Claus dispone de 31 horas gracias a los diferentes husos horarios y a la rotación de la tierra (se supone que viaja de este a oeste, lo cual parece lógico). Esto supone 822,6 visitas por segundo.

En otras palabras, en cada hogar cristiano con un niño bueno, Santa Claus tiene 1 milésima de segundo para aparcar, salir del trineo, bajar por la chimenea, llenar los calcetines, repartir los demás regalos bajo el árbol, comerse lo que le hayan dejado, trepar otra vez por la chimenea, subir al trineo y marchar hacia la siguiente casa. Se deduce de ello que el trineo de Santa Claus se mueve a unos 1.000 Km/sg, 3.000 veces la velocidad del sonido.

La carga del trineo añade otro elemento interesante al estudio. Suponiendo que cada niño sólo se lleve un Tente de tamaño mediano (0,9 Kg), el trineo transportará unas 321.300 toneladas, sin contar a Santa Claus, a quien siempre se le describe como bastante rellenito. En la tierra, un reno convencional no es capaz de transportar más allá de 150 Kg. Aunque el reno volador pudiera transportar diez veces esa carga, no bastarían ocho o nueve, sino que se precisarían unos 214.200 renos. Esto incrementa la carga (sin contar el peso del propio trineo) a unas 353.430 toneladas.

Ese considerable peso, viajando a 1000 Km/sg, crea una resistencia aerodinámica enorme, que provocará un calentamiento de los renos similar al que sufre una nave espacial en su reentrada a la atmósfera terrestre. La pareja de renos que vaya a la cabeza, absorberá 1 trillón de julios de energía por segundo (cada uno). En pocas palabras, se incendiarán y consumirán casi al instante, quedando expuesta la pareja de renos posterior. También se originarán unas ondas sonoras ensordecedoras en este proceso. El tiro de renos al completo se vaporizará en 4,26 milésimas de segundo. Santa Claus, mientras tanto, sufrirá unas fuerzas centrífugas 17.500,06 veces superiores a las de la gravedad. Si Santa Claus pesara 120 Kg (lo cual es incluso demasiado delgado), sería aplastado contra la parte posterior del trineo con una fuerza de más de 2 millones de Kg.

Todo lo expuesto lleva a los escépticos a afirmar categóricamente que  Santa Claus no existe, o que si existió alguna vez e intentó llevar regalos a los niños, murió en el instante en que puso en marcha el trineo.

Por suerte, hay una contra-explicación que puede devolvernos la alegría navideña. El análisis anterior, basado en las leyes de la Física Clásica, presenta un fallo importante puesto que no considera los fenómenos cuánticos, que son bastante significativos en este caso en particular. Basta con aplicar el principio de incertidumbre de Heisemberg para saber que la posición de Santa Claus, en cualquier momento de la Nochebuena, es extremadamente imprecisa. En otras palabras, está “difuminado” sobre la superficie de la tierra, de forma análoga a como el electrón está “difuminado” a una cierta distancia del núcleo del átomo. Por tanto, literalmente puede encontrarse en todas partes en un momento dado.

Por último, las velocidades relativistas a las que los renos pueden llegar durante breves periodos de tiempo hacen posible que, en ciertos casos, llegue a algunos lugares un poco antes de salir del Polo Norte. Santa Claus, en otras palabras, asume durante breves periodos de tiempo las características del tachión. Estamos de acuerdo en que la existencia de los tachiones aún no está probada y es hipotética, pero lo mismo ocurre con los agujeros negros, y ya nadie duda de su existencia.

Por consiguiente, es perfectamente posible que Santa Claus exista y reparta todos los regalos en Nochebuena.

A pesar de todo hay quienes, por estar instalados en la negatividad y separatividad, no encajan la Navidad adecuadamente, se sienten empachados con tanto villancico y hasta se deprimen con los buenos deseos ajenos. Bajas Vibraciones, respondiendo a la voluntad de servicio que le caracteriza, les propone las siguientes ideas para hacer posible una Navidad alternativa:

Rodea tu Belén con alambre de espinos para reproducir fielmente el paisaje de la Palestina actual. Organiza una intifada con los pastorcillos contra “esos” colonos judíos que se han instalado en el pesebre. Envía un ángel para convocar una conferencia de paz. El día anterior, haz estallar un coche bomba en el centro de la anunciación.

Acude a unos grandes almacenes y acércate a todas las parejas con niño que encuentres. Exígeles cierta cantidad de dinero a cambio de no contarle a su hijo toda la verdad sobre Santa Claus. Con el dinero recaudado mediante el impuesto revolucionario, comparte un disfraz de Papá Noel leproso y siembra de minas antipersonales el recorrido de la cabalgata de los Reyes Magos.

Evita ver la maratón solidaria que todas las cadenas de televisión organizan por estas fechas. En lugar de ello, acércate al videoclub y alquila películas como “La maldición de Damien”, “El día de la bestia” o la serie completa de “Posesión infernal”.

En lugar de la consabida estrella, coloca en tu belén un asteroide salido de su órbita que colisionará con la Tierra el día 24 de diciembre, a las 23 horas 58 minutos.

¿Quieres acertar la lotería de Navidad? No compres ningún décimo y obtendrás un premio directo de 3000 ptas. A todo aquél que te ofrezca una participación, mírale con desprecio y ábrele los ojos contándole las pocas probabilidades que existen de que su número salga premiado, amén de los impuestos que el Estado recauda con la lotería y los peligros de convertirse en un ludópata.

Cambia la letra de tus villancicos preferidos. Por ejemplo: “Mueren y mueren los peces en el río, pero mira como mueren, por los residuos radioactivos”. O bien: “Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad, y al otro con resaca me vuelvo a trabajar”.

Rocía el árbol de Navidad con salfumán diluido en agua al 10%, para que no eche en falta la lluvia ácida de los bosques de donde procede. Con las bombillas, provoca un incendio forestal. Después recalifica los terrenos (sobornando a cuantos políticos y funcionarios sea menester) y construye, construye…

Proclama la República en tu belén. Fabrícate una guillotina con el cuchillo de cortar jamón (al precio que va el jamón, para otra cosa ya no sirve) y decapita cada día a un Rey Mago. Una vez destronada la monarquía, convoca unas elecciones para que tus hijos elijan libremente a tres Presidentes Magos de la República de Belén. Ayúdales a redactar discursos electorales plagados de promesas para el día 6 de enero que, naturalmente, no se cumplirán.

Sólo me queda desearte de todo corazón unas felices fiestas, un fantástico año, y que todos tus problemas duren tanto como tus propósitos de Año Nuevo.