Carlos Emiliano Vidales González

Viernes 31 de Marzo de 2006

A lo largo de la historia el ser humano siempre ha dedicado tiempo a la reflexión, la meditación, a la indagación sobre aquello que desconoce del mundo natural, del espacio, de lo sobrenatural, de lo mágico, de lo místico y religioso o simplemente sobre el mundo conceptual, el espacio de las ideas y la creación. Ese ejercicio constante de generación de conocimiento se había producido en un contexto de aprendizaje, movido por la duda y la necesidad de explicar un mundo que aparecía como un objeto enigmático, mientras en forma conjunta se iba configurando ese espacio de indagación de lo mental, de lo psíquico, es decir, el mundo teórico, conceptual. Sin embargo, hemos entrado a una nueva era, una era en que el conocimiento y su almacenamiento se configuran bajo una nueva lógica, ya no es la necesidad de estructurar y entender el mundo, el conocimiento hoy en día es poder. El saber se ha transformado en una herramienta que se ha mezclado de tal forma con el aparato social que es imposible pensar el mundo de hoy sin esta relación.

Las grandes bases de datos y los sistemas de información son indispensables para la toma de decisiones a todos los niveles, desde el económico, el político, el cultural y hasta el académico necesitan de esta forma estructurada y ordenada del conocimiento, mucho del cual pertenece a instituciones privadas o se almacena en centros cuyo acceso es restringido o tiene un costo muy elevado. México es uno de los países de América donde la industria editorial tiene los costos más elevados y las pocas bases de datos reales pertenecen a instituciones educativas o industrias del sector privado. El conocimiento de hoy cuesta, y no sólo cuesta en el sentido de la energía mental y humana que implica su producción, sino que en realidad cuesta dinero. A este fenómeno hay que sumarle que pese a los intentos que se han hecho por descentralizar los centros de producción de conocimiento, su desarrollo sigue siendo dentro de las mismas universidades y centros de investigación en las que se ha venido produciendo desde varias décadas atrás.

La indagación sobre nosotros mismos y el entorno en que vivimos nos permitió entender y estructurar nuestras sociedades, el mundo y el universo, pero pese a los milenos que nos ha llevado como especie humana semejante reflexión, este siglo ha entrado con una reformulación de su lógica constructiva. El conocimiento transforma estados y naciones, individuos y grupos sociales, el saber es poder, y por lo tanto, el desconocimiento o la ignorancia es la peor de las debilidades. La fortaleza de las industrias económicas y culturales se desarrolla bajo la plataforma estable que brinda el conocimiento, el que además, ya se puede comercializar en forma masiva. Esta nueva lógica ha generado en forma conjunta movimientos sociales que pugnan por la libertad del conocimiento, por eliminar los derechos de autor en tanto candado mercantil, es decir, se acepta la autoría y la pertenencia de un determinado descubrimiento o teoría a un autor, pero no habría por qué pagar por eso. Pero si la producción de conocimiento implica una gran inversión de recursos económicos y sobre todo la inversión de energía-hombre para su producción, ¿habría que pagar por él? Menudo debate.

El mundo contemporáneo implica pensar en diferentes manifestaciones de lo económico y lo laboral, lo que nos lleva a reflexionar detenidamente en el papel que juegan en la sociedad las industrias, los centros, las universidades y los individuos cuya labor diaria es la producción de conocimiento, el cual se ha transformado no sólo en un valor social, sino en un valor económico en sí mismo. Pero más allá de pensar en términos económicos habría que pensar en términos de intervención social, es decir, ¿la producción de conocimiento ha generado sociedades más justas, equitativas o mejores? Mientras el debate sobre su costo, su almacenamiento y su circulación continúan, nosotros preferimos seguir pensando que es a través de nuestro conocimiento, el propio, que podemos entender y configurar el mundo en el que vivimos. Al menos por ahora tenemos esta opción que es, además, gratuita.

Fuente:

http://www.cambiodemichoacan.com.mx/vernota.php?id=41502