Puede que, para algunas personas, resulte muy chocante la falta de evidencias de un Jesús histórico, que se puso de manifiesto en la anterior entrega. En realidad, el que Cristo sea un mito o un personaje real debería de carecer de importancia para cualquiera que haya captado algo de las enseñanzas y el mensaje positivo que se le atribuye. Estas ideas tienen plena vigencia y son tan necesarias hoy como entonces.

La divulgación de argumentos contrarios a las falsificaciones de la Iglesia sólo debe molestar a las estructuras políticas y religiosas que fundamentan su poder en ellas. La verdad puede cambiar la forma de pensar de los feligreses y hacer peligrar su monopolio. Por eso, estas instituciones siempre se han caracterizado por el oscurantismo y su fiera oposición al conocimiento.

El cristianismo, en su esencia, afronta lo trascendente desde una libertad de conciencia revolucionaria que le dio la razón de ser. Pero la Iglesia modeló la realidad, destruyó la información alternativa y ejerció un poder absoluto sobre las personas que habían apostado por la esperanza en un mundo mejor y más solidario. En esta política, cualquier intento del cristiano de a pie por profundizar en lo trascendente era mal visto, ya que esa profundización podía hacer que las clases sacerdotales resultaran innecesarias.

Seres excepcionales, que fueron grandes místicos, tuvieron serios problemas con las autoridades eclesiásticas. Sólo aquellos que se plegaron sumisos a la obediencia fueron “perdonados” por su espiritualidad. Los que se atrevieron a proclamar su verdad sin tapujos fueron considerados herejes y castigados en la medida en que su “rebelión” se hizo patente.

Bajas Vibraciones no es el resultado de un ejercicio de soberbia intelectual que persigue desechar las creencias arraigadas en el corazón de las gentes. Muy al contrario, la intención es restaurar la conciencia ancestral y, como si de una pintura antigua se tratara, limpiar las capas de suciedad con las que, en forma de imposiciones, la estructura religiosa quiso asfixiar las manifestaciones espirituales de los pueblos. No es tarea fácil, pero merece la pena intentarlo, pues cuanto mejor se realice esta limpieza más se pondrá de relieve la idea universal de la unidad por encima de cualquier distinción. Creo que a esto  se refería Jonathan Swift (1667-1745) cuando dijo: “Tenemos la suficiente religión para odiarnos unos a otros, pero no para amarnos”.

Desde Bajas Vibraciones se reivindica el derecho a conocer las sucesivas capas que vienen a conformar, cuando no a deformar, nuestra identidad religiosa.

LAS AUTORIDADES ESPIRITUALES ADVIERTEN QUE, PARA SABER A DONDE VAMOS, DEBEMOS CONOCER DE DONDE VENIMOS.

Rastrear el origen de todos los elementos de las biografías de Jesús requería un voluminoso y aburrido libro. Por eso, aquí sólo vamos a dar unos pocos ejemplos de cómo se extrajo la materia prima literaria necesaria para “la Vida de Cristo”.

Las características generales de la historia de Cristo son muy antiguas (por supuesto, anteriores a Jesús), desde el nacimiento de una virgen hasta la muerte en sacrificio que salvó a su gente: todo ha sido escrito una y otra vez, por religiosos de muchas culturas.

Numerosos manuscritos anteriores al Nuevo Testamento expresaron la misma narrativa con diversos topónimos y pertenencias étnicas. El mito de Jesús incorporó elementos de otros héroes y dioses registrados en una extensa área. Hay reveladoras coincidencias con más de treinta salvadores del mundo e “hijos de dios”, muchos de los cuales fueron  ejecutados.

Todas estas narrativas son tan similares porque están basadas en los movimientos del sol a través del cielo. Es decir Jesús Cristo y todas las demás personificaciones del sol son adaptaciones de una fórmula mitológica ancestral cuyo origen reside en la astronomía.

En algunas culturas, la observación astronómica y el calendario pudieron comenzar cuando los equinoccios estaban situados en la constelación de virgo. Por lo tanto, el Sol, “salvador de la humanidad” nació de una “virgen”. Y aún hoy día lleva la “corona de espinas” y sus doce “discípulos” son los doce meses y los doce signos del zodiaco, a través de los cuales debe pasar.

Los antiguos no eran tan ignorantes como solemos creer y, aunque solían personificar a sus dioses e inventar alegorías que se desarrollaban en lugares reales, los hombres doctos eran concientes de la naturaleza astronómica de éstos. Entre los pueblos más desarrollados era aceptada la idea de un dios-fuerza no visible. El sol era considerado como el aspecto visible de Dios, es decir, el “hijo del dios”.

Estos “hijos de Dios”, “salvadores del mundo”, tienen su cumpleaños tradicional el 25 diciembre porque los primeros astrónomos reconocieron que (desde una perspectiva geocéntrica, en el hemisferio norte) el sol realiza su descenso anual hacia el sur hasta el 21 o 22 de diciembre (el solsticio del invierno), cuando se detiene su movimiento por tres días y después comienza a moverse hacia el norte nuevamente. Para divulgar sus conocimientos entre gente más ignorante, los sabios de diferentes culturas, venían a decir que el “dios sol” “había muerto” por tres días y “había vuelto a nacer” el 25 de diciembre.

Por ejemplo, el Horus egipcio, cuyas leyendas son de una antigüedad indiscutible, nació de una virgen el 25 de diciembre, tenía doce discípulos, fue enterrado y resucitó. Él era también “El camino, la verdad, la luz, el salvador, hijo ungido de dios, el buen pastor”, etc. Realizaba diversos milagros, entre los que figura la resurrección de El-Azar-us (Lazaro), la momia levantada de entre los muertos, con más de mil años de anticipación a la versión cristiana. En realidad, es una alegoría del paso del sol a través de la “constelación de la momia,” trayéndole la luz y vida.

El sobrenombre de Horus era “Iusa/Iao/Iesu” (el hijo) de “Ptah,” (el padre). También le llamaban Horus “el KRST,” o el “Ungido”. El enemigo principal de Horus (originalmente su otra cara o aspecto “oscuro”) fue “Set” o “Sata,” de dónde surge “Satán” y “Satanás”. Horus lucha con Set durante cuarenta días en el desierto. Horus también fue bautizado por “Anup el Bautista”. En las catacumbas de Roma podemos encontrar imágenes del bebé Horus que es sostenido por la madre virginal Isis (la “Madonna y niño” original).

También encontramos muchas semejanzas con Krishna, el salvador indio. Krishna nació de la Virgen Devaki (“Divina”), la cual lo colocó en un barco de caña y lo puso a la deriva en un río hasta que otra mujer lo encontró (esta “coincidencia” atañe a Moisés). Un tirano lo persiguió y pidió la matanza de millares de niños. Krishna es la segunda persona de la trinidad, hacía milagros y ascendió al cielo.

Pero sin duda, los cristianos deben estar más agradecidos al mitraismo. Y no lo digo sólo por todo lo que Jesús ha tomado prestado de Mitra.

Mitra, el “dios del sol” de los Persas, nació de una virgen en un  establo el 25 de diciembre. Él vino de los cielos y se reencarnó como hombre. Fue un gran maestro que viajaba. Le llamaban “el buen pastor.” Lo consideraban “El camino, la verdad y la luz”. Tenía sobrenombres como “el Redentor,” “el Salvador,” “el Mesías”. Lo identificaban con el león y el cordero. Su día sagrado era domingo, “día del Señor”. Su festividad principal se convirtió en la Pascua. Tenía 12 discípulos. Realizaba milagros, lavó el pecado de toda la humanidad y la salvó. Lo enterraron en una tumba y después de tres días se levantó. Celebraban su resurrección cada año.

Además, del mitraismo se copió buena parte de la escenografía, rituales, vestimentas sacerdotales, iconografía, etc. Hasta tal punto que, si viajáramos en el tiempo a la Roma anterior al supuesto nacimiento de Jesús, en el día 25 de Noviembre, y visitásemos el templo de Mitra, podríamos ver gran cantidad de velas, sacerdotes en el altar luciendo prendas blancas y mitras (sombreros idénticos al de los obispos cristianos), niños encendiendo inciensos,… Todo exactamente igual que en una iglesia católica, pero sin el crucifijo. No obstante, como Mitra era representado con un halo o gloria alrededor de su cabeza, nos habría resultado muy difícil decidir si se trataban de representaciones de Mitra o Jesús. Los adoradores de Mitra hacían una comida sagrada (Myazda) que era completamente análoga al servicio Eucarístico Católico (Misa o Masa). Como los cristianos, ellos celebraban la muerte reparadora de un salvador que resucitó un domingo.

El líder del culto era llamado “Papa” y gobernó desde un “mitraeum” sobre la Colina Vaticana en Roma. Un importante rasgo iconográfico  del mitraismo era una llave grande, necesaria para abrir las puertas celestiales por las que se creía pasaban las almas de los difuntos. Por tanto, “las llaves del Reino”, sostenidas por los papas como sucesores  de “San Pedro”, se deriva de Mitra y no de un Mesías palestino. Un centro principal de filosofía mitráica estaba en Tarsos (la ciudad natal de Pablo) en el Sudeste de Turquía.

Por último, existe la posibilidad de que fuera el propio clero mitráico, el que, basándose en interpretaciones astrológicas, puso en marcha la cadena de causas-efectos que daría como resultado el cristianismo. El asunto tiene que ver con el bamboleo de la Tierra mientras gira en su eje. El eje de los polos norte y sur no siempre apunta a los mismos puntos sobre la esfera celeste. Como consecuencia, los equinoccios se desplazan con respecto a las llamadas estrellas fijas, incluyendo las que forman las doce constelaciones del zodiaco. Esto es lo que se conoce como precesión de los equinoccios, y da origen al concepto de Era Astrológica.

El mitraismo nació cuando el equinoccio de primavera se había desplazado de Tauro a Aries. Mitra se instaló como un Señor del tiempo, el dios que gobernaría sobre la Era de Aries. El clero Mitrico que, como ya he dicho, estaba muy involucrado en la astrología de culto, era consciente de que la edad de Mitra llegaba a su final (el equinoccio se movería a Piscis en algún momento del siglo I de la era cristiana). Tendría que surgir un Señor de Piscis y sabían que el símbolo de la nueva religión sería el pez. Efectivamente, los epitafios e inscripciones cristianas más viejas suelen mostrar dos peces.

Los astrólogos consideraban que Piscis tenía conexiones especiales con los judíos. Así, es posible que se extendiera el rumor de la predicción por la amplia zona de influencia de Mitraismo, o incluso que formaran una delegación para intentar localizar la nueva encarnación del hijo de Dios. Habrían abandonado sus centros de culto en Frigia, Cilicia y Tarsos para ir a Palestina “siguiendo una estrella”. No es casualidad que las primeras representaciones de la visita de los Reyes Magos los mostraran llevando gorros Frigios (Mitras). Aunque todo esto puede ser sólo una leyenda originada a raíz del rumor.

En cualquier caso, el Mitraismo era una religión muy importante que había ejercido una poderosa influencia sobre el judaísmo. La simple noticia de una predicción de los sabios mitráicos que situaba allí el nacimiento del nuevo señor del tiempo, habría bastado para actuar como catalizador de varios grupos judíos (y quizás algunos no-judíos) que proclamaron la llegada del esperado el Mesías.

Los judíos durante los dos últimos siglos A.C. esperaban a un Mesías, y hacían las listas interpretando los pasajes del Antiguo Testamento. Los textos reales a menudo eran sacados de contexto, deformados y citados incorrectamente. Las listas de comprobación mesiánicas habrían sido reinterpretadas después de la visita de los Reyes Magos. La noticia de que el Mesías había venido se extendería rápidamente.

Ahora se sabe que el gnosticismo es más viejo que el cristianismo, y se puede argumentar que éste es una herejía gnóstica. A través “de la revelación”, los gnósticos y otros podían decidir como debían ser reinterpretadas las listas de comprobación. Y, dicho sea de paso, la “revelación” también servía para plagiar todo tipo de documentos y reinventar cualquier historia sin sentirse culpables de fraude, a pesar de que hubiese poca o ninguna verdad en sus escritos. Todo lo que se necesitaba era que alguna persona, que quizás había ayunado demasiado, tuviera un sentimiento muy fuerte con el que le era comunicado el conocimiento desde otro mundo.

La biblioteca gnóstica descubierta en Nag Hammadi en Egipto suministra algunos ejemplos de como materiales no-cristianos podían convertirse en la base de textos cristianos. Como pueden suponer, este material es considerado apócrifo y herético por las autoridades de la Iglesia, que condenan su estudio académico y hacen todo lo posible para que queden enterrados en museos y archivos.

Los “Evangelios Gnósticos” son pertenecientes de una colección de rollos de sectas cristiano-judaicas de comienzos del año 70 d.C., recopiladas y enterradas alrededor del año 350. Estos escritos se refieren a la resurrección como un medio de la búsqueda de la verdad por medio de una “muerte en vida”, para después levantarse entre los vivos. Esto puede ser un ceremonial de iniciación que fue interpretado literalmente por los cristianos ignorantes. Pero los dirigentes de la Iglesia se dieron cuenta de que ese error les confería un poder indiscutible, por lo que, en lugar de rectificar, mostraron gran interés en asentar la resurrección como una verdad literal.

Pronto surgió el conflicto entre las autoridades eclesiásticas y los dirigentes de las sectas esenias y gnósticas, por lo que se vieron en la necesidad de sepultar sus escritos para que no fuesen destruidos, de ahí que no se tenga ninguna otra referencia de escritos o sociedades distintas al catolicismo a partir del siglo IV, ya que la Iglesia alcanzó un sorprendente poder político que defendía con uñas y dientes, cometiendo todo tipo de atrocidades cuando era necesario, pues en este caso, el piadoso fin justificaba los medios.

James M. Robinson, el editor de los escritos de Nag Hammadi publicados en inglés, nos dice: “La biblioteca de Nag Hammadi presenta el proceso de cristianización. El tratado filosófico no-cristiano “Eugnostos el Bendito” es cortado arbitrariamente en discursos separados que son puestos en la boca de Jesús, en  respuestas que, a veces, no encajan exactamente con las preguntas que los discípulos le dirigen. El resultado es un nuevo tratado: “la Sophia de Jesucristo”.

Parte de la biografía de Jesús ha sido sacada del gnosticismo pre-cristiano, y algún material ha sido incorporado de la literatura de sabiduría helénica judía. Algunos artículos, como la doctrina de los logos, “la Palabra”, provenían de los filósofos Estoicos. El refrán “Dar es más bendito que recibir” [Hechos 20:35] es en realidad un aforismo antiguo griego. El refrán en [Mateo 11:17], “le tocamos la flauta y ustedes no bailaron”, se deriva de una de las fábulas de Esopo. El refrán “Donde hay un cadáver, ahí se juntan los buitres.” [Mateo 24:28 = Lucas 17:37] es atestiguado por un numero de antecedentes Griegos (Luciano, Aelianus) y latinos (Seneca, Marcial, y Lucan).

Sobre las denominaciones de Jesús, cabe señalar que el título “Masiah” (“Ungido”, “Cristo” en griego) era propiedad exclusiva de los que se sentaban en el trono de Israel, quienes literalmente eran ungidos con aceites aromáticos (en cambio, los griegos realizaban esta práctica con sus atletas). Su utilización fuera del contexto de la realeza habría sido un delito de impostura. Por eso, el nombre de “Jesús Cristo” no se adopta hasta después del Concilio de Nicea (año 325).

El nombre Jesús de Nazaret al principio no era un nombre, sino un título. En hebreo “Yeshua” significa “salvador”, y “Netser” significa “brote o rama”. Esto es una referencia a Isaías 11:1, que predijo un Mesías de la línea de Jesse (el Rey padre de David): “y allí vendrá en adelante una vara del tallo de Jesse, y una Rama superará sus raíces…”

Mientras esta referencia a una rama de Jesse parece oscura a los lectores modernos, no lo era para los primeros cristianos que, en principio, fueron llamados Jesseanos. Pero en griego, “Iesous Nazarenus”, carecía de su verdadero significado y pronto pasó a ser considerada como un simple nombre  unido a un hipotético lugar de origen (en latín, Jesús de Nazaret). El problema es que no había ningún lugar llamado Nazaret.

Con la intención de ocultar sus “secretillos” a las masas, la Iglesia instauró una censura que sumió al mundo antiguo en la oscuridad. Los cristianos persiguieron a los eruditos de otras creencias y destruyeron los trabajos en los que denunciaban la fabricación de una criatura mitológica. Hemos perdido los argumentos de estos disidentes. No obstante, los cristianos preservaron las críticas con sus propias refutaciones. Por ejemplo, el padre de la temprana iglesia, Tertuliano (160-220), obispo de Cartago, que renunció más adelante al cristianismo, admite irónico los orígenes verdaderos del mito de Cristo, indicando en la refutación a sus críticos: “Ustedes dicen que adoramos el sol; ustedes también”.