Hola amigos:

   Pues ya sabrán que soy un apasionado lector de ciencia-ficción. Asimismo, me gustaría cada semana postearles algunas cosas que leo.

   Esta semana, les comparto este relato. Saludos

   ASIMOV22

   ASNOS ESTUPIDOS

      Naron, de la longeva raza rigeliana, era el cuarto de su estirpe que
     llevaba los anales galácticos.
      Tenía en su poder el gran libro que contenía la lista de las numerosas
     razas de todas las galaxias que habían adquirido el don de la
     inteligencia, y el libro, mucho menor, en el que figuraban las que habían
     llegado a la
     madurez y poseían méritos para formar parte de la Federacion Galáctica. En
     el primer libro habían tachado algunos nombres anotados anteriormente: los
     de las razas que, por el motivo que fuere, habían fracasado.
     La mala fortuna, las deficiencias bioquímicas o biodísicas, la falta de
     adaptación social se cobraban su tributo.
     Sin embargo, en el libro pequeño no había habido que tachar jamás ninguno
     de los nombres anotados.
      En aquel momento, Naron, enormemente corpulento e increíblemente anciano,
     levantaba la vista, notando que se acercaba un mensajero.
     -Naron -saludó el mensajero-.¡Gran señor!
     -Bueno, bueno, ¿qué hay? Menos ceremonias.
     -Otro grupo de organismos ha llegado a la madurez.
     -Estupendo. Estupendo. Actualmente ascienden muy aprisa.
     Apenas pasa año sin que llegue un grupo nuevo. ¿Quiénes son ésos?
      El mensajero dio el número clave de la galaxia y las coordenadas del
     mundo en cuestión.
     -Ah, sí -dijo Naron-. Lo conoco. -Y con buena letra cursiva anotó el dato
     en el primer libro, trasladando luego el nombre del planeta al segundo.
     Utilizaba, como de costumbre, el nombre bajo el cual era conocido el
     planeta por la fracción más numerosa de sus propios habitantes.
      Escribió, pues: La Tierra.
     -Estas criaturas nuevas -dijo luego- han establecido un récord.
     Ningún otro grupo ha pasado de la inteligencia a la madurez tan
     rápidamente. No será una equivocación, espero.
     – De ningún modo, señor – respondió el mensajero.
     – Han llegado al conocimiento de la energía termonuclear, ¿no es cierto?
     -Sí, señor.
     -Bien, ése es el requisito. -Naron soltaba una risita-. Sus naves
     sondearán pronto el espacio y se pondrán en contacto con la Federación.
     -En realidad, señor -dijo el mensajero con renuencia-, los Observadores
     nos comunican que todavía no han penetrado en el espacio.
      Naron quedó atónito.
     -¿Ni poco ni mucho? ¿No tienen siquiera una estación espacial?
     -Todavía mo, señor.
     -Pero si poseen la energía termonuclear,¿dónde realizan las pruebas y  las
     explosiones?
     -En su propio planeta, señor.
     Naron se irguió en sus seis metros de estatura y tronó:
     -¿En su propio planeta?
     -Sí, señor.
      Con gesto pausado, Naron sacó la pluma y tachó con una raya la última
     anotación en el libro pequeño. Era un hecho sin precedentes; pero es que
     Naron era muy sabio y capaz de ver lo inevitable como nadie en la galaxia.

     -¡Asnos estúpidos!- murmuró.
     Fin.

     Comentario de Isaac:
     Me temo que éste es otro cuento con moraleja. Pero verán ustedes, el
     peligro nuclear escaló puntos cuando Estados Unidos y la Unión Soviética,
     cada uno por su parte, construyeron la bomba de fusión, o de hidrógeno. Yo
     volvía a sentirme amargado.