Con paredes de acero y hormigón, algunas de un grosor de medio metro, el búnker del Centro Nacional de Huracanes (CNH) en Miami es inexpugnable ante cualquier ciclón o tornado por fuerte que sea. Pero sus 41 científicos no se han podido blindar en el debate tormentoso sobre el calentamiento global.En octubre del año pasado, la matriz del CNH en la Administración Federal de Investigación sobre la Atmósfera y la Oceanografía (NOAA) entró en la polémica desatada por el desastre de Katrina al declarar públicamente que existía un consenso entre los científicos de que no había relación alguna entre el calentamiento global y los huracanes. Tras las protestas de varios grupos medioambientales y de científicos de universidades tan prestigiosas como Harvard y Princeton, NOAA rectificó el mes pasado y reconoció que ese consenso no existe. “Sencillamente lo que dijeron no era verdad. No hay consenso y NOAA mintió por presiones políticas”, declaró a La Vanguardia Kerry Emanuel, del Massachusetts Institute of Technology.

Sin embargo, los científicos consultados el pasado miércoles dentro del CNH insisten en que el calentamiento global no tendrá un impacto significativo sobre la intensidad de los huracanes al menos en los próximos cien años. “Fue un error tonto hablar de consenso, pero sí todos coincidimos en que el impacto de la emisión de carbono sobre los huracanes no será detectable durante décadas”, manifestó Chris Landsea, responsable de ciencia y operaciones en el CNH. Los devastadores ciclones de los últimos años no tienen nada que ver con el cambio climático, añade. Hasta Emanuel califica como descabellada la idea de que el Katrina sea fruto del efecto invernadero.

Emanuel y Tom Knutson, otro científico de Princeton que ha estudiado el impacto sobre los huracanes de una subida de temperaturas en el futuro, coinciden en que hasta la fecha cualquier efecto del calentamiento global sobre la intensidad de los ciclones es tan reducido que no se puede detectar. Knutson cree que a largo plazo el impacto sí será significativo. Ateniéndose a los informes del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) que vaticinan un aumento del 1,7% de la temperatura atmosférica en los próximos 80 años, habría un aumento del 6% de la velocidad del viento en un huracán y aumentos considerables del volumen de lluvia – factor clave en el desastre de Nueva Orleans-.

Sin embargo, todo esto sólo ocurre a largo plazo. En el presente, el calentamiento global no es un factor significativo para explicar el número récord de huracanes en el Atlántico en el 2005, ni cuando hubo 27 tormentas tropicales frente a la media de 11 y 15 huracanes.

Si ésta es la buena noticia, hay otra muy mala. El número récord de huracanes en el Atlántico en el 2005 confirma lo que hacía tiempo se pensaba en el CNH: que nos encontramos en la segunda fase de frecuentes e intensos huracanes que se produjeron en el Atlántico desde los años veinte hasta los cincuenta. “No estamos viendo una tendencia hacia una mayor intensidad de huracanes por el cambio climático, sino por un ciclo muy activo provocado por aumentos cíclicos de la temperatura de la superficie del agua y por cambios atmosféricos”, dijo Landsea.

Este ciclo de grandes huracanes que empezó a mediados de los noventa puede durar 20 o 40 años mas, añade. Durante los treinta años anteriores los huracanes habían sido muy suaves y menos frecuentes. Si dura tanto como el anterior, este periodo de huracanes fuertes puede seguir hasta el 2020.

Y puesto que la población de las costas de estados como Florida y Luisiana se ha disparado desde el primer periodo de huracanes fuertes – de dos millones en 1920 a 20 millones ahora en el caso de Florida-, los daños potenciales en este ciclo son espeluznantes. La frenética construcción de viviendas en el sur de Florida hace casi inevitable que los daños provocados por nuevos huracanes batan todos los récords, afirma.

“Miles de personas se instalan todos los días en zonas vulnerables”, dice Landsea. Las áreas vulnerables no son sólo los estados del golfo de México, advierte, sino también el nordeste de EE. UU., desde Nueva York hasta Boston. En las décadas de huracanes de los años veinte y treinta Nueva Inglaterra fue golpeada por ciclones que mantuvieron su velocidad tras recorrer las frías aguas del Atlántico norte. “Nueva York no es invulnerable”, dijo Landsea.

Fuente:

http://www.lavanguardia.es/web/20060227/51235139112.html