La noche del sábado partió en dos la vida de Ramona Noemí Avila, una mujer que llevaba ocho años casi reptando sobre sus muletas y que, a partir de la prédica del carismático y la oración profunda de todos los fieles, salió caminando normalmente entre los miles de fieles que la aplaudían y lloraban con ella Ella dice que es una cuestión de fe. Quienes la acompañaron insisten en que es un milagro. El padre Darío Betancourt lo describe como el poder de Dios de sanar a quienes acuden sinceramente a él. Como sea, la noche del sábado partió en dos la vida de Ramona Noemí Avila, una mujer que llevaba ocho años casi reptando sobre sus muletas y que, a partir de la prédica del carismático y la oración profunda de todos los fieles, salió caminando normalmente entre los miles de fieles que la aplaudían y lloraban con ella.

“¡Deja tus muletas, hermana, déjalas y camina, camina con Cristo!”, rugía Betancourt en el momento más emocionante de la noche. Fue cuando, después de otros dos casos de personas que dejaron bastones a un costado y ensayaron una caminata sin apoyo, Ramona sintió que podía. “Nunca antes me había largado sola, no me animaba”, contaba más tarde. “Siempre tuve mucho miedo, pero hoy me sentí tan bien, tan contenta y con tanta fe, que caminé. El padre Betancourt me dio el empujón que faltaba. Me hizo sentir segura”.

Los primeros pasos de la mujer en esa noche de emoción eran trastabillantes. A los pocos minutos, aplomados. Tenía motivos de sobra para sentirse bien. A sus 47 años, ya la han operado 14 veces de la cadera. Nació asistida con forcep y eso le dejó consecuencias de por vida. Su última operación la condenó a las muletas y a no poder hacer nada más que atender la agencia de quiniela de su casa, en Rivadavia.

Esa misma cirugía fallida también la había sumido en un pozo depresivo del que nadie creía poder sacarla. Fue cuando se le acercó el sacerdote de la parroquia de la Medalla Milagrosa, entonces Ramona se unió al Movimiento de Renovación Carismática. Su recuperación espiritual fue lenta y dolorosa. Tenía recaídas, chocaba con la realidad y con su discapacidad y todo volvía a ser cuesta arriba. Pero en el fondo conservaba su fe. Sabía que en algún momento todo cambiaría para bien.

Ayer, Ramona dejaba Rodeo para volver a la casa que comparte con su madre. Era pura sonrisa. Su única preocupación antes del regreso era cómo mostrarle a los suyos que las muletas ya no forman parte de su vida.

Fuente:

http://www.diariodecuyo.com.ar/home/new_noticia.php?noticia_id=142985