Los dos libros que quiero poner a su consideración, me los presto mi hermana y son WILIAM HARVEY- DEL MOVIMIENTO DEL CORAZÓN Y DE LA SANGRE EN LOS ANIMALES Versión de José Joaquín Izquierdo y HISTORIA DE LA CIRCULACIÓN DE LA SANGRE de José Barón Fernández. En una reciente visita de mi Hermana, al contarle mi intervención en este blog, que tan generosamente Lalo me da la oportunidad de explayarme, me comentó, que ella había aprendido mucho sobre ciencia, con estos dos libros, que hablan, de la historia del descubrimiento de la circulación de la sangre, con esta introducción permítanme transcribirles la contraportada del primer libro:

“Para nosotros, habitantes del siglo XX, la circulación de la sangre es algo que se aprende en los primeros años de vida”-dice el doctor Bruno Estañol en la Presentación de este libro-. Y agrega”: Para los habitantes del siglo XVII era una teoría sorprendente”.

William Harvey (1578-1657), a base de experimentos que siguen un riguroso método científico, consigue demostrar el movimiento de la sangre a lo largo de las arterias y de las venas y le asigna al corazón su verdadera función como impulsor de todo el sistema. Las verdades científicas que al respecto enunció en un lenguaje tan claro como preciso, son todavía verdaderas y, por ello, la obra sigue siendo, para los cultivadores de las ciencias biológicas, modelo altísimo para el pensamiento y la acción.

En 1965 la Universidad Nacional Autónoma de México, en su Colección de Problemas Científicos y Filosóficos editó la obra de Harvey titulada en latín, Excercitatio anatomica de motu cordis et sanguinis in animalibus (1628), en una memorable traducción del doctor José Joaquín Izquierdo, destacadísimo fisiólogo mexicano quien, además, agregó un estudió histórico-crítico de la vida y obra de William Harvey

Esta introducción del Dr. José Joaquín Izquierdo, es en realidad, como la misma obra lo titula, una INTRODUCCIÓN HISTÓRICO-CRITICA SOBRE LOS ANTECEDENTES, LOS ORIGENES Y LA IMPORTANCIA DE LA OBRA, esta introducción, que para que se den cuenta de lo destacado de la misma, empieza en la página 7 y termina en la 90 de este pequeño libro de 219 páginas, o sea la mitad del libro, es interesantísima, nos narra la historia del conocimiento que se tenia del sistema cardiovascular, desde la Grecia clásica hasta el descubrimiento de Harvey. El libro de Harvey (De motu cordis) viene a continuación de la introducción y esta profusamente comentado por el Dr. J. J. Izquierdo.

Para interesarlos más les transcribo la solapa.

Wlliam Harvey nace en Inglaterra en 1578, dieciocho años antes que René Descartes y catorce años después de la prematura muerte de Vesalius. Es contemporáneo de Galileo y Santorio. Recibe el influjo primario del método experimental de Galileo y de su impacto en los iatrofísicos. Estudia en Canterbury y Cambridge. En 1598, a los veinte años de edad, se va a Padua a estudiar medicina. Es allí discípulo de Fabrizio de Acquapendente, Casserio y Eutaquio Rudio. En 1602 vuelve Harvey a Inglaterra. Es nombrado médico del Hospital San Bartolomé en Londres y su practica profesional absorbe todas sus energías. En 1616, el colegio de médicos, le encarga un curso de anatomía y al parecer ya tiene la idea de que la sangre se mueve del corazón a las arterias y de las venas al corazón, pasando por los pulmones.

Sin embargo, no es hasta el año de 1628 cuando publica la tesis y la demostración de la circulación de la sangre. Tiene ya cincuenta años. Vesalius había publicado su ingente obra a los 28 años de edad y a los 49 ya estaba muerto. Harvey parece no tener prisa. En el prólogo de la obra dice: “A lo largo de nueve años confirmé mi opinión ante vuestra presencia con muchas demostraciones oculares, la ilustré con razones y argumentos, la eximí de las objeciones de los anatomistas…”. El libro, de solo setenta y dos páginas, en cuarto, tiene un amplio proemio y diecisiete concisos capítulos. El pequeño libro que expone una serie de experimentos fue impreso en Frankfurt y lleva por título: Exercitatio anatomica de motu cordi et sanguines in animalibus, (Ejercicios anatómicos sobre el movimiento del corazón y de la sangre de los animales). A partir de esa fecha el célebre libro se conoció como De motu cordis.

La otra obra, muy difícil de conseguir, intente una búsqueda en Internet y no encontré ni madres, es una obra más profunda que también se las recomiendo, les transcribo la solapa:

José Barón Fernández, pediatra e historiador español, nació en Barcelona el 27 de marzo de 1904. Curso estudios de Medicina en Valencia, por cuya Universidad se licenció en 1932. En 1934 se doctoró en Madrid obteniendo la máxima calificación. Sus obras Manual de puericultura (1941) y Pediatría práctica (1952) aparecieron en Méjico, alcanzando varias ediciones. José Ramón Fernández es miembro numerario de la Real Academia de Medicina de Galicia y Asturias. Ha residido y estudiado en Méjico, Nueva York, Paris y Londres. Consiguió la medalla Vesalio por sus trabajos acerca del famoso anatómico belga, médico de Carlos I y de Felipe II. COLECCIÓN AUTRAL presenta un noble trabajo del doctor Barón Fernández, de titulo muy atractivo: HISTORIA DE LA CIRCULACIÓN DE LA SANGRE. La sangre es una de la media docena de palabras con más misterio, trascendencia y significación en todos los idiomas. “La historia de la circulación de la sangre –escribe el doctor Barón Fernández- va paralelamente inserta en el proceso evolutivo de la ciencia. Por ello no es sorprendente que, desde la muerte de Galeno –130-200- hasta que comienzan los balbuceos del renacimiento con Petrarca (1304-1374), fuese prácticamente nulo el progreso científico, no sólo en el orden del tema que informa esta obra, sino en lo que quiere concernir a cualquier otro.” Y Agrega: “El progreso científico, como el hombre, ha tenido que luchar contra la servidumbre en sus distintas vertientes. En el desarrollo de la ciencia médica, tuvo que manumitirse de la teología de Galeno, de la Medicina árabe y del escolasticismo.” El concepto más importante de la fisiología –la circulación de la sangre- se imbrica en el progreso de las ideas, que construyen la Historia. A ello se debe el que todos los pueblos en sus momentos de mayor fiebre nacionalista e influjo internacional se hayan atribuido el magno acontecimiento. Desde Galeno a Leuwenhoek, pasando por Ibn an-Mafis, el Renacimiento, Miguel Servet, Vesalio, Aquapendente, Harvey y Malpighi, HISTORIA DE LA CIRCULACIÓN DE LA SANGRE muestra un proceso apasionante y capital.

La razón principal de recomendarles estas obras, dado el enfoque que tiene esta página, es aportar los elementos que aclaran el mal uso, o el uso ignorante de la pretendida frase argumental; “También se burlaron de Galileo”. La exposición que hace Sagan al respecto se me hace muy floja, o solo es un argumento ingenioso: “La respuesta a alguien quien dice “se rieron de Colón, se rieron de Galileo” es decir “pero también se rieron de Bozo el Payaso”. (De Carl Sagan, “El Cerebro de Broca”, 1980).. Yo creo que se debe explicar de otro modo, lo equivocado de esta falacia argumental, y ello, considero yo, reside en indicar que este argumento de los místicos, ufólogos, seudocientíficos se fundamenta más en la ignorancia o la leyenda que en el verdadero significado histórico de dicho acontecimiento.

El problema no es que solo se hallan burlado de Colon, Galileo o Harvey, por su nueva idea y “lo evidente veracidad” de esta o la ignorancia de los que no entendían las nuevas ideas. El verdadero problema radicó en que los sabios de esa época no se atrevieron o no intentaron mirar a través del nuevo invento del telescopio o no hicieron vivisecciones para comprobar o refutar las ideas de Galileo o Harvey, por el contrario las refutaron basándose en el respetable “conocimiento milenario” con que contaban, argumento que curiosamente es muy usado actualmente por los místicos para sostener sus teorías. La verdadera lección de esa parte de nuestra historia, es que las ciencias, deben basarse en la experimentación, o los hechos, no en un argumento de alguna autoridad. Cuando los místicos citan la frase, no le dan ese sentido, sino, que le dan el sentido de que sus tesis son una verdad evidente por si mismas, como las de Galileo y Harvey, y como las de ellos son incomprendidas. Concepto muy alejado de la intención de estos, que promovieron la experimentación como la base de la ciencia.