Una carta manuscrita recorrió durante siete años el espacio dentro de la sonda “Stardust”, que hace una semana culminó exitosamente su misión al devolver a la Tierra una cápsula con partículas de la cola del cometa Wild-2, descubierto por el autor de la misiva, el astrónomo suizo Paul Wild. Gracias a esas muestras, la comunidad científica espera obtener valiosa información sobre los orígenes del Sistema Solar, una tarea “que tomará muchos años de trabajo, ciertamente más de diez, probablemente hasta veinte”, señaló hoy Wild durante una entrevista con EFE.

La sonda espacial partió en 1999 con la misión de aproximarse al cometa Wild-2 para recoger cientos de miles de microscópicos granos de su cola, que se cree no han cambiado desde la formación del Sol y los planetas de su sistema hace unos 4.500 millones de años.

Wild, de 80 años, confiesa su emoción por haber vivido lo suficiente como para ver el regreso exitoso de la “Stardust” con fragmentos del astro que acostumbraba mirar desde el observatorio astronómico de Zimmerwald, al sur del cantón de Berna, desde donde hizo en 1978 su extraordinario hallazgo.

Tras el descubrimiento -explica el astrónomo helvético- pudo confirmarse que Wild-2 gravitaba más allá de Júpiter, a salvo de los efectos mortíferos del calor, de modo que estaba congelado desde su aparición y su materia había permanecido intacta.

El descubrimiento revolucionó las perspectivas de los astrofísicos, aunque Wild da prueba de modestia cuando afirma que él simplemente fue “un investigador del cielo”, a pesar de haber descubierto “siete cometas, más de noventa planetas y unas cuarenta supernovas”, como él mismo precisa.

La tecnología de finales de los años setenta no le permitió saber de inmediato que había descubierto un cometa periódico que, por su cercanía a nuestro planeta, era especialmente apropiado para una misión espacial.

“Su imagen era difusa, indefinida, y pensé que se trataba de un cometa pequeño que en realidad se encontraba muy lejos”, recuerda, tras señalar que aunque los instrumentos con los que contaba eran menos sofisticados, la observación en esa época era más fácil porque había menos luz artificial por las noches.

Cuando la misión “Stardust” partió, la Administración Nacional estadounidense de Aeronáutica y del Espacio (NASA) pidió al científico suizo que escribiera una carta en la que describiera las circunstancias de su descubrimiento, con la idea de que su mensaje acompañara a la sonda en todo su periplo y regresara a la Tierra con el precisado botín de polvo cósmico.

Así fue y, aunque está jubilado hace cinco años y las fuerzas no son las mismas, Wild ha seguido con entusiasmo el desarrollo de la misión sin perderse ningún detalle de sus progresos.

“La órbita de mi cometa sigue una trayectoria paralela a la de la Tierra, lo que explica que llegar a ella sea relativamente más fácil”, explicó a EFE el ex director del Instituto Astronómico de la Universidad de Berna, cargo que ocupó de 1980 hasta 1991.

La sonda tardó cinco años y recorrió 4.500 millones de kilómetros para alcanzar su objetivo: una gran “roca” de unos cinco kilómetros de diámetro compuesta esencialmente de piedra y hielo.

De su cola se ha logrado recoger millares de granos de alrededor de diez micrómetros (una medida diez veces más pequeña que el espesor de un cabello) y cientos de miles aún más diminutos y, por tanto, menos fáciles de analizar.

El valor histórico de la misión se explica porque han pasado más de treinta años desde la llegada a la Tierra de las últimas muestras espaciales provenientes de la Luna.

Durante los próximos seis meses, los granos de origen extraterrestre serán estudiados con distintos instrumentos, como microscopios, espectroscopios y sondas iónicas, entre otros, que permitirán elaborar una lista de los minerales, elementos químicos y moléculas de los que está hecho Wild-2.

EFE

Fuente:

http://www.elmostrador.cl/modulos/noticias/constructor/noticia_new.asp?id_noticia=179343