El 13 de noviembre de 2005 se emitió en la cadena Cuatro el primer programa de ‘Cuarto Milenio’, un espacio dedicado a presuntos fenómenos paranormales y misterios “sin resolver”. Quienes conocemos la trayectoria de su director y presentador, Íker Jiménez, estábamos seguros de que la promesa de rigor y seriedad que hizo en la presentación de Cuatro iba a desvanecerse con la primera emisión. Jiménez es uno de los mayores impulsores de las tonterías pseudocientíficas y esotéricas que circulan por nuestro país, y está involucrado en varios fraudes sobre los que todavía no ha ofrecido una explicación convincente. Como ejemplo, puede leerse un amplio dossier sobre Jiménez publicado por el Círculo Escéptico.Jiménez pretendió en este primer programa reescribir la historia de la astronáutica él solito, o mejor dicho, junto a Santiago Camacho, autor de libros sobre conspiraciones de quien ya hemos hablado aquí, por haber tomado de Internet las declaraciones inventadas de una astrónoma y haberlas publicado en un libro suyo como si de un testimonio comprobado se tratase. Ése es, al parecer, su serio método de investigación. (Este asunto ha sido recogido también por Luis Alfonso Gámez, periodista científico del diario ‘El Correo’, en su bitácora ‘Magonia, una ventana crítica al mundo del misterio’)

Resulta curioso observar cómo aquellos que intentan convencernos de la existencia de fenómenos extraordinarios nunca probados, quieren en cambio hacernos desconfiar de algo tan probado como los primeros viajes tripulados a la Luna. Pero veamos primero lo que dijeron en el programa.

Para empezar, y como muestra de las poco éticas maneras que son habituales en Jiménez, informaron de manera sesgada sobre el incidente entre el astronauta Aldrin y Bart Sibrel, uno de los impulsores de la teoría del montaje, que recibió un puñetazo de Aldrin en respuesta al asedio y a los insultos que hizo al astronauta. Lo cuenta Mauricio-José Schwarz en su bitácora ‘El retorno de los charlatanes’, por lo que no me detendré a escribir lo mismo:

Pero la forma más clara de la mentira, (…) nos la ha hecho notar Gerardo García-Trío, autor del blog Bajo el volcán.

Con su tono de conspiración misteriosona (…), el locutor nos informa que un “periodista” se acercó amablemente a Buzz Aldrin, el segundo hombre en la Luna, viajero de la Apolo XI, y le pidió que jurara por su madre que había estado en la Luna, afirmación a la que el astronauta respondió como un energúmeno abusón con un gancho de izquierda a la mandíbula (…).

El locutor del programa y su director, es decir, Íker Jiménez, mienten, como ya es tradición.

Como nos lo recordaba Gerardo, en el sitio de CSICOP se recoge la noticia de que el 2 de septiembre de 2002, (…) un creyente en la conspiración lunar, Bart Sibrel, que curiosamente se gana la vida vendiendo vídeos y conferencias sobre el tema, se le acercó con malas pulgas a Aldrin exigiéndole que jurara sobre la Biblia que había ido a la Luna. Como Aldrin (72 años, 73 kilos de peso, 1,77 de estatura) le pidió varias veces que lo dejara en paz, Sibrel (37 años, 113 kilos de peso, 1,87 de estatura) le dijo entonces valerosamente: “You’re a coward, and a liar, and a…” (“Eres un cobarde, un mentiroso y un…”), y el resto de sus históricas palabras se perdió cuando el astronauta le atizó un moquete (cosa de todos modos reprobable, aunque uno pudiera simpatizar con un hombre que se ha jugado la vida para conseguir una hazaña singular y luego se haya pasado 33 años escuchando estupideces y aguantando el acoso de personajes tan creíbles y serios como Sibrel, Jiménez o Maussán).

Usted puede ver el vídeo en la misma página, subir el volumen, escuchar lo que dice Sibrel y compararlo con lo que Íker dice que dijo.

En realidad, como lo cuenta Phil Plait, Sibrel ya era famoso por acechar a los astronautas de las misiones Apolo y enseñarles una Biblia exigiendo que juraran sobre ella que fueron a la Luna. De hecho, Edgar Mitchell, astronauta de la Apolo XIV, no tuvo problemas en jurar sobre la Biblia de Sibrel que sí había ido a la Luna, cosa que no mencionan ni Sibrel, ni Jiménez ni el resto de su cuadrilla.

También presenta Jiménez una supuesta grabación de audio del Apollo 11 en la que los astronautas, en una hilarante conversación, parecen estar siendo vigilados por extraterrestres. La grabación es falsa, y es muy fácil demostrarlo. Hablaremos más de ella al final de este artículo. Pero antes vamos con los argumentos de la teoría del montaje.

Camacho muestra la primera imagen, y afirma que “el módulo lunar se encontraba un poquito más allá” del lugar desde el que se tomó la fotografía. “Sin embargo -dice- se observa claramente que las sombras de las rocas lunares y la del módulo tienen direcciones muy diferentes”. Apunta que algunos analistas, a los que llama “apoloescépticos”, consideran esto como una prueba de que todo fue “iluminado con un foco artificial situado a tan sólo 10 metros”:

La fotografía pertenece a la misión Apollo 14, aunque esto no es mencionado en el programa. ¿”Un poquito más allá”, señor Camacho? A juzgar por el tamaño aparente del módulo y del astronauta, se encuentran a más de 50 metros de distancia. No es algo sin importancia. El hecho de que el módulo se encuentre alejado hace difícil decir hacia dónde apunta su sombra exactamente, dado que cuanto más lejos esté, la sombra aparecerá más horizontal en la fotografía. ¿Suena difícil de entender?

Mención aparte merece el término “apoloescépticos” para referirse a los teóricos de la conspiración. Podríamos también llamar a los creacionistas “escépticos de la evolución”, pero no es un término muy adecuado, porque su postura parte del fundamentalismo religioso, no de una verdadera objeción científica. Algo parecido sucede en el caso de la Luna: los argumentos de la teoría de la conspiración no resisten el más mínimo análisis crítico.

La segunda imagen presentada en el programa muestra la parte del módulo lunar no iluminada directamente por el Sol, que se ve claramente en el cielo. Camacho afirma que “se ven detalles del módulo que deberían estar oscuros y que incluso el ingeniero que diseñó las cámaras Hasselblad que se llevaron a la Luna ha dicho que no tiene explicación para esta imagen, a menos que se haya utilizado iluminación artificial”. “Uno podría suponer -continúa Camacho- que la propia superficie de la Luna, que es blanca (sic), pudo haber reflejado la luz; sin embargo es especialmente notable que abajo del todo de la pata, donde está en absoluta sombra, sin que nada de esa superficie blanca iluminada le pueda reflejar, también hay un brillo de iluminación que solamente puede provenir de algo que esté a más altura, es decir, de ese hipotético flash”.

Jan Lundberg (cuyo nombre no es citado en el programa) fue el supervisor de la modificación de las cámaras “Hasselblad 500/EL Data Camera” que la NASA encargó a la compañía Hasselblad para su uso en la Luna. Eso no lo convierte en un experto al que haya que creer como autoridad en temas fotográficos. De hecho, Lundberg es ingeniero mecánico. La táctica de los teóricos de la conspiración consiste en aferrarse al testimonio solitario de un presunto experto que favorece sus hipótesis e ignorar al resto.

Es fácil darse cuenta de que la superficie lunar reflejaba parte de la luz del Sol e iluminaba débilmente la zona ensombrecida del módulo. El material dorado con que está cubierta la parte inferior del módulo lunar se llama Mylar y, como se puede comprobar, es muy reflectante. De hecho, su propósito era minimizar la cantidad de luz absorbida por el módulo, que se hubiera traducido en un aumento de su temperatura.
La parte más inferior de las patas en la que se refleja algo de luz se encuentra a varios centímetros por encima del suelo, por lo que puede perfectamente recibir luz del suelo iluminado de los alrededores. Por cierto, la Luna no es blanca, sino más bien gris.

Camacho continúa con su retahíla de patrañas. Cito literalmente: “Fíjate en esta imagen. La tobera inmensa del motor-cohete, 5000 kilos de empuje que eran capaces de levantar y mantener en el aire esta mole metálica, y que lanzaban gases incandescentes a gran presión. Sin embargo, ese chorro de gases fue incapaz de mover la más mínima de las pequeñas piedrecitas de un suelo que tiene una consistencia similar al polvo de talco. Tanto es así que vemos, en las imágenes de las patas del módulo lunar, que están perfectamente limpias. Es más, esto [refiriéndose a la pata y viendo otra fotografía], que debe pesar unas cuantas toneladas, no sólo no se hunde, sino que parece no tener ningún peso ni consistencia. Como si fuera -y ahí lo dejo- hecho de cartón-piedra. Como si fuera de decorado”. Jiménez asiente con la cabeza.

¿Tobera inmensa? ¿5000 kilos de empuje? ¿Chorro de gases incandescentes a gran presión? Camacho no se caracteriza, por lo visto, por tener un conocimiento muy exhaustivo de cómo trabajaba el motor del módulo lunar.

El peso total del módulo lunar en la Tierra, listo para el despegue, variaba entre 15 y 18 toneladas (dependía de la carga de cada misión). Pero la gravedad en la superficie lunar es aproximadamente seis veces menor que en la Tierra, y gran parte de la carga del módulo era combustible que se utilizaba durante el descenso a la Luna (en concreto, unas 8 toneladas). Es decir, poco antes del alunizaje, el peso del módulo en la Tierra sería de unos 7.000 kilogramos. La Luna ejerce una sexta parte de esa fuerza. Por tanto, cuando el módulo alcanzaba la superficie, su peso era de unos 1.200 kilogramos. El motor sólo tenía que contrarrestar esa fuerza. 5000 kilogramos era su empuje máximo, pero se encontraba funcionando a menos del 25% de su potencia máxima cuando se acercaba a la superficie. La argumentación de Camacho, además de ignorante y errónea, es pura manipulación: “el inmenso y poderoso motor frente a las pequeñas piedrecitas”. Pobres piedrecitas…

Si dividimos el peso del módulo en la Luna entre la superficie de sus patas, obtenemos la presión que ejercían éstas sobre el suelo lunar. Y, como podrá imaginar el lector, no es una presión muy elevada. Por ello, sólo se hundía unos centímetros en la superficie lunar.

Los gases emitidos por la tobera perdían presión y temperatura muy rápidamente tras su salida, debido a la rápida expansión que sufrían en el vacío del espacio. Pero evidentemente, el motor del módulo sí afectaba a la superficie al alunizar. Muchas fotografías muestran una ligera alteración del suelo lunar por debajo y cerca del módulo. Vea, por ejemplo, as12-47-6987, as14-66-9258 o as11-40-5921 (del Apollo Lunar Surface Journal) que muestran un cierto cambio de color debajo de la tobera del motor.

Los gases también barrían parte del polvo lunar de la superficie, pero no de forma masiva. Como se puede comprobar en los vídeos grabados automáticamente desde la ventanilla del módulo durante los alunizajes, la ausencia de atmósfera en la Luna permitía a las finas partículas eyectadas seguir una trayectoria parabólica durante unos segundos hasta caer unos metros más allá. No se formaba una turbulencia significativa, es decir, las partículas no regresaban hacia atrás, como ocurriría en un ambiente con atmósfera. Razón por la cual las patas del módulo no presentan suciedad.

“Y hablando de decorados -sigue Camacho-, si analizásemos en detalle esta otra imagen encontraríamos muchas cosas, pero nos vamos a centrar sólo en una de ellas. En esta piedra que hay en la esquina, que tiene algo que parece una C. La NASA dijo que era un pelo, que se les había colado al escanear la diapositiva. Lo realmente sospechoso es que se ha retocado la imagen, y la versión que actualmente podemos encontrar si vamos a la página web de la NASA no muestra nada en la roca”.

La imagen pertenece al segundo paseo lunar del Apollo 16, en la región montañosa llamada Descartes. Pero nada de eso es mencionado en el programa. Cualquier persona que se haya tomado la molestia de consultar la extensa colección de vídeos grabados en la Luna, admitirá lo ridículo que es afirmar que se usaron decorados. Los astronautas del Apollo 16, por ejemplo, recorrieron gracias al coche lunar más de 25 kilómetros alrededor del área de alunizaje. El Apollo 17, anduvo unos 35 kilómetros en el espectacular valle de Taurus-Littrow.

Camacho pretende hacernos creer que en el supuesto montaje se utilizaron rocas de cartón-piedra como en un escenario teatral, ignorando la inmensa cantidad de rocas distintas que aparecen en las miles de fotografías de los paseos lunares. Como curiosidad, tan sólo las rocas traídas de vuelta por los astronautas están catalogadas con entre cinco y siete dígitos.

La imagen que contiene la “C” pertenece probablemente a la 3ª o a la 4ª generación desde la imagen original (la primera generación, es decir, los negativos originales, fueron copiados una vez después del revelado y están almacenados cuidadosamente desde entonces, mientras que la 2ª y la 3ª generación de negativos se usaron para las reproducciones siguientes). Como se puede observar en la ampliación de la imagen realizada por el Instituto Lunar y Planetario (LPI), la “C” es en realidad un pelo. Una segunda traza que parece ser la sombra de la parte superior del mismo es claramente visible. El pelo (o fibra) fue probablemente introducido de forma accidental durante la copia de uno de los negativos, y la imagen que incluía el pelo o fibra en forma de C fue seguramente propagada a diferentes publicaciones. Como es lógico, no es la única fotografía en la que aparecen pelos o fibras introducidos accidentalmente. Una copia de la imagen as11-40-5961 tiene… ¡hasta cuatro pelos!.

Por otra parte, afirmar, como hace Camacho, que la imagen que contiene la “C” es la original, y el resto son modificaciones, es un disparate. La “C” no aparece en ninguno de los originales de la fotografía; ni tampoco en ninguna de las copias de la fotografía anterior, as16-107-17445, tomada con unos segundos de diferencia, y que muestra la misma roca.

El resto de “cosas” a las que se refiere Camacho sobre la fotografía de la roca están tratadas al final de esta sección.

Y, para el final, el argumento más desternillante. Camacho muestra la siguiente fotografía y, ni corto ni perezoso, dice: “Esta bandera claramente se mueve. El problema es que en la Luna no hay aire, no hay atmósfera, no hay viento de ningún tipo”.

La verdad, resulta sorprendente que a estas alturas se siga usando este argumento como si nada se hubiera dicho al respecto. Para empezar, en el momento de tomar esta fotografía la bandera se encontraba perfectamente quieta. No es difícil observar que estaba sujeta a un mástil horizontal superior, para que permaneciese estirada. Y los astronautas la arrugaron adrede al colocarla, como se puede ver en la grabación del paseo lunar del Apollo 11. Esto explica el movimiento aparente de la bandera en las fotografías.

El movimiento de la bandera que se puede observar en algunos vídeos de los paseos lunares se debe a que los astronautas giraban el mástil de un lado hacia otro para intentar clavarla un poco más hondo, o simplemente para observar cómo se comportaba en la baja gravedad lunar. Esto hacía moverse ligeramente de un lado hacia otro a la bandera, incluso unos segundos después de que los astronautas hubieran dejado de moverla. Pero evidentemente no hay ningún vídeo en el que la bandera ondee sola.

Como ejemplo, puede observar cómo los astronautas del Apollo 17 instalaban la bandera estadounidense en el vídeo a17v.1182126 (1’5 MB). En la página del ALSJ encontrará los vídeos del resto de misiones.

Para terminar con esta parte, sentencia Jiménez: “Ahí están las pruebas, ahí están los datos, y la opinión tiene que ser la suya”. Sin comentarios. ¿Es posible un mayor grado de manipulación?

Intentando simular algo de neutralidad, Jiménez afirma contar con “opiniones de expertos de la NASA para quienes no todo esto está tan claro. Por ejemplo, tenemos el testimonio importante de Don Luis Ruiz de Gopegui, quien dirigía la estación espacial de Fresnedillas que fue tan importante durante el vuelo del Apollo 11”. En comparación con los ocho minutos largos en los que Camacho ha podido explicar sin oposición su tesis, ¿adivinan cuánto tiempo duró en pantalla el testimonio “importante” de Gopegui? ¡32 segundos! A los que hay que restar unos cuantos debido a la pausada forma de hablar de Gopegui. El objetivo de Jiménez está claro: hacer parecer a Gopegui el portavoz soberbio de la “postura oficial”, que lo niega todo sin entrar en detalles. Jiménez y su equipo son unos maestros en este tipo de manipulaciones. Ya contaba hace unos días en su bitácora Javier Armentia, director del Planetario de Pamplona y conocido divulgador y escéptico, cómo Gopegui había sido engañado para conceder la entrevista.

El segundo testimonio es el del “especialista Allan Davis, técnico, ingeniero de la NASA en la estación de seguimiento de la isla de Antigua”. En lo que, nos aseguran, son declaraciones a una cadena local en Granada (suponemos que la ciudad de las Antillas), Davis afirma que “la NASA sabe con mucha fiabilidad que existe vida fuera de nuestro Sistema, otras razas que vienen a la Tierra de vez en cuando para realizar una visita de cortesía. Este pueblo visitante existe hoy, como ha existido hace mil o dos mil años”. Y, refiriéndose a las misiones Apollo, dice: “Y de pronto, yo escuchando (sic) una conversación muy curiosa, yo sentí que alguien más estaba mirando todas las actividades de los astronautas.”

La declaración del tal Davis es una clara alusión a una grabación de audio atribuida al paseo lunar del Apollo 11, que circula desde hace años en Internet, y que emitió Jiménez en su programa. Como ya expliqué en mi artículo ¿Extraterrestres en la Luna?, es muy fácil demostrar que la grabación es una falsificación, y bastante mala, por cierto. Para empezar, el diálogo es de risa, la voz ni siquiera se parece a la de Armstrong y Aldrin, y la grabación real del paseo lunar del Apollo 11 está disponible de forma íntegra para quien quiera verla.

Pero lo más importante es que el pitido que se oye (llamado Quindar) debería acotar sólo los comentarios del Capcom (la persona que hablaba con los astronautas desde Houston). Sin embargo, en la ‘grabación ovni’ se utiliza arbitrariamente al menos en una ocasión. Además, en las misiones genuinas la frecuencia del tono de entrada difería del tono de salida en 50 Hercios (el de entrada era ligeramente más agudo) y duraba exactamente 250 milisegundos, mientras que en esta grabación no hay diferencia entre ellos (se usa el mismo tono de entrada y de salida) y dura aproximadamente 280 milisegundos, excepto el primero, que dura unos 235 ms. Parece complicado, pero es fácil comprobarlo con un programa editor de audio, como GoldWave, por ejemplo.

Pero los autoproclamados “investigadores de lo paranormal” tienen por costumbre investigar poco o nada (porque de lo contrario acabarían con los “misterios sin resolver”, que son su fuente de ingresos), y no se han molestado en analizar la grabación y compararla con las genuinas, ni en preguntar a aficionados a las misiones Apollo. Se contentan con emitirla una y otra vez en sus programas esotéricos, confiando en que su por lo general poco informada audiencia y sus fanáticos seguidores no se den cuenta de estas minucias que estropean el emocionante misterio.

Conociendo los antecedentes de algunos entusiastas de los ovnis, como Otto Binder o Maurice Chatelain, que no tuvieron reparos en hacerse pasar por ex-empleados de la NASA para difundir ésta y otras falsas historias sobre los viajes Apollo, no me extrañaría nada que Allan Davis (si ése es su verdadero nombre) nunca haya pertenecido a la NASA. No descarto que trabajase para un subcontratista de la agencia espacial en la isla de Antigua, pero no he encontrado pruebas de ello.

De todas formas, la estación de seguimiento de Antigua era secundaria. Se utilizaba durante la breve estancia de la nave en órbita baja terrestre, sólo unas horas tras el lanzamiento. Una vez que la nave Apollo se alejaba de la Tierra en su camino a la Luna, no era necesario mantener las comunicaciones mediante estas estaciones de seguimiento, diseminadas por la zona ecuatorial del globo, ya que se usaba para ello las tres grandes antenas situadas en California, Madrid y Australia, que se iban turnando cada 8 horas debido a la rotación de la Tierra. Las estaciones de seguimiento como la de Antigua (o la de Canarias) servían entonces como mero apoyo a las antenas principales, y eran perfectamente prescindibles.

Por último, Jiménez anuncia lo que parece ser todo un bombazo: “unas declaraciones impactantes de Aldrin, que después de 36 años ha admitido que un ovni acompañó a la nave en su viaje al satélite natural de la Tierra, del que hicieron fotografías. En un principio creyeron que era el propulsor de la nave, que se había desprendido, pero luego se comprobó que se trataba de un ovni”. Por supuesto, no mostraron ninguna prueba. Pero da igual, porque después de la emisión de la falsa ‘grabación ovni’ la audiencia ya está predispuesta a creer cualquier cosa que se diga en el programa.

En primer lugar, Aldrin no dijo textualmente eso. La expresión “un ovni acompañó a la nave” suena muy efectista, pero la realidad es bien diferente. El hecho al que se refieren ya era conocido, y no es nada espectacular. Escribí sobre ello a James Oberg, ingeniero y experto en temas espaciales, toda una referencia en el análisis juicioso y racional de los ovnis. Me contestó lo siguiente:

La tripulación describió varios objetos que vieron acompañándoles durante el vuelo a la Luna. Todos viajaban en la misma dirección que la nave, a la misma velocidad y no hicieron ningún cambio de rumbo durante todo el tiempo en el que fueron observados. Algunos de ellos destellaban de vez en cuando, de la misma forma en que lo hacen los objetos que se encuentran girando a la deriva en el espacio, iluminados por la luz del Sol. La suposición obvia, que nada ha contradicho, es que eran objetos provenientes de la nave o del cohete lanzador. (…) Algunos hicieron conjeturas acerca de lo lejos que estaría de la nave cualquier objeto antes perteneciente al cohete, pero estas conjeturas dependían de estimaciones muy inciertas sobre la velocidad a la que se habían separado, al final del lanzamiento.

Cualquier nueva fascinación por avistamientos que concuerdan completamente con lo que ocurre de forma ordinaria en los vuelos espaciales, me parece bastante tonta y desesperada.

No puedo estar más de acuerdo con Oberg (y con su reflexión final). Diversas partes del cohete seguían después de su separación una órbita casi idéntica a la de la nave, siendo divisadas a veces por los astronautas, que obviamente no podían saber qué era exactamente lo que estaban viendo. La etapa S-IVB, por ejemplo, que les proporcionaba el impulso necesario para llegar a la Luna, acababa en casi todas las misiones impactando contra la superficie lunar (siendo detectada por los sismómetros instalados allí por varias misiones, lo que servía para conocer mejor el comportamiento del interior de la Luna).

Para acabar, me gustaría citar las palabras de Martin Gardner, escéptico y autor de numerosos libros divulgativos sobre las matemáticas, con motivo de una reunión en la que protestaron por los documentales pseudocientíficos de una cadena estadounidense (publicado en ‘La ciencia. Lo bueno, lo malo y lo falso’. Alianza Editorial, 1988. Pág. 13):

« Un directivo gritaba enfadado: “¡Tengo que producir algo que obtenga elevadas tasas de audiencia!”. Y yo me dije: esto debería quedar grabado sobre su lápida. Desde luego no era eso lo que quería decir. Un documental sobre los adulterios del presidente John Kennedy, por ejemplo, alcanzaría una fantástica audiencia. Todo lo que se dijera sería verdad, e incluso se podía argumentar que aquello no era sino un servicio al votante americano, que se encuentra perpetuamente engañado por las cuidadosamente urdidas imágenes de los líderes políticos. ¿Por qué no produce esa película la NBC? Pues porque sería de mal gusto; porque a la larga podría dañar la imagen pública de la propia NBC. El hecho triste era que ni un solo directivo de la NBC de los que se hallaban allí reunidos sabía lo suficiente sobre ciencia como para darse la más mínima cuenta de hasta qué punto eran de mal gusto sus estúpidos programas sobre lo paranormal. »

Un artículo de Alberto Matallanos.

Fuente:

http://www.sondasespaciales.com/modules.php?name=Sections&op=viewarticle&artid=10271