Resumen (17 de noviembre de 2005): Más de la mitad de las estrellas de nuestra galaxia son pequeñas y oscuras estrellas enanas M. Hasta hace poco, los científicos creían que estas estrellas emitían demasiada poca luz para que cualquiera de los planetas que giran a su alrededor pudiese albergar vida. Pero en un reciente taller celebrado en el Instituto SETI, un grupo de investigadores multidisciplinares concluyeron que no sólo estas estrellas enanas M podrían albergar planetas habitables, sino que serían también buenos objetivos para la búsqueda de inteligencia extraterrestre. Los científicos han estado buscando activamente signos de civilizaciones extraterrestres inteligentes durante casi medio siglo. Su principal enfoque ha sido dirigir los radiotelescopios hacia las estrellas consideradas objetivos y estar atentos a las transmisiones electrónicas de otros mundos. Un radiotelescopio es como un antena de TV satélite –sólo que más grande. Del mismo modo que puedes sintonizar tu TV a diferentes frecuencias, o canales, los investigadores pueden usar los instrumentos electrónicos incorporados a un radiotelescopio para monitorizar diferentes frecuencias en las que sospechan que ET pueden estar transmitiendo señales a la galaxia.

Hasta ahora no se ha recibido ninguna emisión. Además no se sabe cuántas civilizaciones con radiotransmisores hay –o, si las hay, en dónde es más probable que se encuentren. Sólo recientemente se ha confirmado la existencia de planetas alrededor de estrellas, y debido a que las actuales técnicas de búsqueda de planetas se limitan a la detección de planetas relativamente grandes, tenemos todavía que hallar el primer planeta semejante a la Tierra alrededor de otra estrella. La mayoría de los cazadores de planetas creen que es sólo una cuestión de tiempo que encontremos otras Tierras, pero nadie puede hacer aún una bien fundada conjetura sobre cuantos planetas semejantes a la Tierra hay en nuestro vecindario galáctico.

Con tan pobre información como punto de partida, a los científicos implicados en SETI (la búsqueda de inteligencia extraterrestre) les ha resultado decidir cómo enfocar su búsqueda. Por lo tanto, se han visto obligados a hacer algunas suposiciones. Una de estas suposiciones, la cual, al principio, puede parecer muy extraña, es que los humanos somos algo “normal”. Es decir, como sabemos que la vida inteligente se desarrolló en nuestro planeta, se supone que otras estrellas como la nuestra pueden tener planetas como el nuestro girando a su alrededor, en los cuales otras civilizaciones inteligentes hayan emergido. Basándose en este prejuicio terrestre, las búsquedas de SETI se han centrado hasta el momento en estrellas como nuestro sol.

Los programas de observación de SETI se han limitado tradicionalmente a sí mismos a observar estrellas que son muy similares a nuestro propio sol”, dice Jill Tarter, directora del Centro para la Búsqueda SETI, de Mountain View, California, del Instituto SETI. “Porque, al fin y a la postre, este es un lugar en donde sabemos que la vida evolucionó en una superficie planetaria y produjo una tecnología que podría ser detectable a través de distancias interestelares.”

Los astrónomos clasifican las estrellas según la temperatura de su superficie. El sol es una estrella de clase G. Las búsquedas de SETI hasta la fecha se han centrado en estrellas de clase G y estrellas que son, o bien algo más calientes (estrellas F), o bien algo más frías que el sol (estrellas K), lo cual ha producido un catálogo de cerca de un cuarto de millón de estrellas consideradas objetivos.

De acuerdo con los conocimientos astronómicos convencionales, las estrellas más calientes que la clase F deberían quemarse demasiado deprisa para que la vida inteligente se desarrollase en los planetas que giren a su alrededor. Históricamente, las estrellas enanas de clase M, las cuales son más oscuras que las estrellas K, también han sido descartadas como potenciales objetivos de SETI.

Los dos argumentos de más peso contra las enanas M han sido:

* Que son demasiado oscuras: las enanas M emiten tan poca radiación solar que un planeta habitable tendría que estar muy cerca. Los planetas más lejanos estarían congelados y serían demasiado fríos para la vida. Un planeta cercano mostraría siempre la misma cara a la estrella, como sucede con la luna de la Tierra. La cara que mira a la estrella se tostaría mientras que la cara opuesta se congelaría. Por lo tanto, no tendría grandes cantidades de agua en estado líquido a su alrededor. Y Tarter añade: “El agua en estado líquido es esencial para la vida, al menos para la vida tal cual la conocemos nosotros”.

* Las enanas M son demasiado activas y conocidas por su intensa actividad radiactiva solar. Las llamaradas solares producen radiación UV-B, la cual puede destruir el DNA, y rayos X, que a grandes dosis son letales. Presumiblemente tal radiación sería tan perjudicial para la vida extraterrestre como lo es para la vida en la Tierra.

Estos argumentos parecen razonables. Pero hay un inconveniente. La mayoría de las estrellas de la galaxia –más de dos tercios de las mismas- son enanas M. Si las enanas M pueden hospedar planetas habitables, estos planetas podrían muy bien albergar a especies inteligentes. Con radio transmisores. Así pues, como los científicos han empezado a aprender más sobre otros sistemas solares, y como los modelos informáticos de formación de sistemas solares se han hecho más sofisticados, algunos investigadores de SETI han comenzado a cuestionar las presunciones que los llevaron a rechazar a las enanas M como potenciales objetivos de SETI.

Por ejemplo, el modelo atmosférico ha mostrado que si un planeta que gire alrededor de una enana M tuviese una atmósfera razonablemente espesa, la circulación transferiría el calor del sol alrededor del planeta e igualaría la temperatura de todas sus zonas.

“Si se pone un poco de gas de invernadero en una atmósfera, las circulaciones pueden mantener a esta atmósfera a una temperatura razonable que puede disipar el calor de la cara que mira a la estrella y difundirlo por la otra cara. Y podría terminar dando lugar a un mundo habitable”, concluye Tarter.

Los científicos también han aprendido que la mayor parte de la hiperactividad de una enana M acontece al principio de su ciclo de vida, durante los primeros mil millones de años más o menos. Después, la estrella tiende a calmarse y arde tranquilamente durante varios miles de millones de años más. Una vez extinguida esta actividad inicial de la estrella, podría tener lugar el origen de la vida.

La cuestión de la habitabilidad de las enanas M es una cuestión crítica para Tarter. El Instituto SETI está embarcado en la construcción de un nuevo radio telescopio, el Despliegue del telescopio Allen. Compuesto por 350 pequeñas antenas, el Despliegue hará una doble función: será usado por los radioastrónomos para explorar los cielos y buscará radio transmisiones de civilizaciones extraterrestres.

“Es un observatorio que, de forma simultánea y continua, hará observaciones tradicionales de radioastronomía y también observaciones SETI”, dice Tarter. “Es el primer telescopio que se ha construido para optimizar ambas estrategias.”

Principalmente, la exploración de radioastronomía determinará hacia donde va a apuntar el telescopio, mientras que el Instituto SETI simplemente examinará las señales recibidas. El Despliegue combina las señales de varias pequeñas antenas que configuran una gran antena virtual. Mediante un ajuste eletrónico, los investigadores serán capaces de formar hasta ocho antenas virtuales, cada una apuntando a una estrella diferente.

Aquí es en donde entra en juego la cuestión de las enanas M. A las más altas frecuencias que el telescopio puede recibir, el instrumento sólo puede enfocar un pequeño punto del cielo. Para que la búsqueda SETI sea tan eficiente cuanto posible, adondequiera que apunte el telescopio, los investigadores del instituto quieren tener varias estrellas como objetivo al que apuntar. Si sólo se consideran estrellas F, G y K, no hay bastantes estrellas. Pero si se incluyen las enanas M, el número de posibilidades se multiplicaría por diez.

“Para hacer grandes progresos y exploraciones más rápidas del mayor número de estrellas en la siguiente década más o menos,” dice Tarter, “quiero un enorme catálogo de estrellas interesantes. Quiero millones de estrellas.”

No hay modo de saber con certeza si las enanas M hospedan planetas habitables. Pero nadie ha encontrado todavía un planeta habitable alrededor de ninguna estrella que no sea el Sol, y es improbable que se descubra alguno en muchos años venideros. La tecnología capaz de encontrar planetas del tamaño de la Tierra está todavía en un estadio de desarrollo.

Para hacer este trabajo, no obstante, los investigadores de SETI no necesitan saber si las estrellas que están investigando actualmente tienen planetas habitables, o no. Simplemente necesitan saber qué estrellas tienen el potencial de albergar mundos habitables. Cualquier estrella con potencial pertenece a su lista.

“No es la estrella lo que me interesa”, dice Tarter. “Es la tecnofirma de los habitantes de un planeta en órbita de aquella”. No necesito ver la estrella, con tal de saber que está en esa dirección. Tampoco necesito ver el planeta. Pero si puedo ver su transmisor de radio -¡bingo!- Lo habré conseguido. Habré encontrado un mundo habitable.”

Esta es la razón por la cual Tarter y sus colegas quieren saber si incluir, o no, a las enanas M en su lista de objetivos. Para ayudar a contestar a esta pregunta, Tarter organizó un taller en julio de este año que reunió a astrónomos, científicos planetarios, biólogos e incluso a algunos geólogos, para examinar si tiene sentido añadir a las enanas M al catálogo de estrellas objetivos de SETI. Aunque los participantes en el taller identificaron algunas áreas que requieren más investigación, no aparecieron problemas insuperables. El grupo planea publicar sus hallazgos preliminares para que sean examinados por toda la comunidad científica.

Y esto significa que si alguna vez recibimos una señal de radio de una civilización extraterrestre, los seres que la envían precisamente residirían en un sistema solar con una oscura y roja enana M en su centro.

Fuente:

http://astrobiologia.astroseti.org/astrobio/articulo.php?num=2911