La evolución de la sociedad depende de su cultura y, en nuestros tiempos, buena parte de esta depende de los medios de comunicación, que deben, por tanto, presentar la realidad de forma correcta, utilizando los hechos y razonando a partir de ellos. Evidentemente, los razonamientos relativos a la política, a las actuaciones de los gobiernos y, en general, los hechos relativos a la sociedad, son incompletos y su análisis suele llevar incorporado un cariz subjetivo que depende de la persona que hace el análisis. Sin embargo, cuando se seleccionan los hechos y se mezclan con la finalidad de obtener una conclusión, el resultado es manipulación.Cuando hablamos de otro tipo de conocimientos, como los históricos, los técnicos o los científicos, la actitud ante los hechos cambia: la ciencia, la tecnología, la historia o la lingüística se basan en el análisis sin prejuicios de los hechos. Pero, de igual forma que deben analizarse sin prejuicios, también deben realizarse desde la especulación: las conjeturas planteadas por las distintas ramas del conocimiento han permitido, permiten y permitirán que nuestro conocimiento crezca.

En los últimos años hemos ido descubriendo cómo muchos medios se desviaban hacia la manipulación política, hacia programas pseudocientíficos que no sólo no aportan cultura a la población sino que la proveen de datos o análisis manifiestamente erróneos o contrarios a los hechos conocidos, de los que se deducen teorías evidentemente falsas. Estas falsas especulaciones basadas en datos seleccionados y manipulados son una de las fuentes de la incultura. La mayoría de los medios de comunicación han caído en la creación de programas o secciones pseudoculturales o pesudocientíficas: secciones de ocultismo o astrología, programas o documentales pseudocientíficos, en los que no se salva ninguna de las ramas del conocimiento. Así, asistimos a programas que manipulan la historia, periódicos que dan pábulo a las predicciones de los astrólogos -no sólo en secciones sino en artículos- pseudohistoriadores que falsean o se inventan datos para obtener beneficios, programas televisivos que con el fin de crear un misterio son capaces de obviar la realidad.

En este contexto es en el que nació hace breves fechas una nueva televisión, Canal 4. Muchas personas esperábamos un canal que no cayese en estos vicios comunes en la mayor parte de los medios de comunicación. Sin embargo, hemos podido comprobar que no sólo no es así, sino que en este canal aparecen varios programas pseudocientíficos plagados de mentiras, datos falsos o especulaciones surrealistas. Uno de ellos está dirigido por una de las figuras más grandes dentro de la pseudociencia actual, Iker Jiménez, que centra su programa en el desconocimiento. Hemos visto cómo inventaba datos o los interpretaba aprovechándose del desconocimiento o del conocimiento manipulado. Es comprensible que una nueva cadena necesite presentar programas que atraigan y conserven a su público, pero esto no debe de hacerse a cualquier precio: el fin nunca ha justificado los medios.

Un canal que nace con vocación de formar e informar no puede ni debe tener este tipo de programas. Si un locutor del canal afirma, en el transcurso de un mismo programa, que el hombre nunca llegó a la Luna, que el Apolo 11 detectó un ovni en su viaje a la Luna y que en los alunizajes se descubrieron construcciones alienígenas, no sólo no debería tener ningún tipo de crédito sino que debería ser eliminado inmediatamente de la programación.

En este país tan carente de formación científica, con una clara pérdida de cultura media en la población y con una carencia crónica de programas de divulgación del conocimiento entretenidos, la existencia de este tipo de programas no sólo no incrementa la cultura media de la población sino que la disminuye a través de datos erróneos o de especulaciones absurdas. La finalidad de este mundillo de lo misterioso, lo paranormal, la ciencia o la medicina «alternativas» necesita de una población desinformada para obtener de ella lo que pretende: beneficios económicos. En estos programas habría que recordar el principio de economía que enunció Hume hace mucho tiempo y que puede resumirse como: «las afirmaciones extraordinarias necesitan pruebas extraordinarias».

¿Qué significa esto? Pues que si en uno de estos programas se afirma haber visto una vaca, no hace falta aportar prueba ninguna pues es un hecho cotidiano; si se afirma haber visto una vaca corriendo a 60 km/h, es necesario aportar pruebas porque probablemente esa vaca tenga el récord de velocidad vacuno; y si lo que se afirma es haber visto una vaca volando por sus propios medios, hay que aportar pruebas extraordinarias que respalden tal afirmación.

Así se ha comportado siempre el avance del conocimiento. Una frase para la reflexión sería «el conocimiento os hará libres». Por estos motivos este manifiesto pide a los medios de comunicación:

1.La eliminación de programas pseudocientíficos.
2.La creación de programas culturales entretenidos: de historia, ciencia, tecnología o cualquier otra rama del saber.
3.La eliminación de secciones basadas en la superstición: astrología, cartomancia o cualquier otra superstición.
4.El asesoramiento o supervisión en materias relacionadas con el conocimiento por parte de expertos externos e independientes en las correspondientes materias.
5.Que se separen los hechos de las opiniones o especulaciones propias del presentador del programa o de la sección correspondiente.

Fuente:

http://informativos.net/notampliada.asp?idNoticia=45853