Los funcionarios que públicamente creen en idioteces no han sido raros. Recuerdo que cuando Luis Alberto Moreno era embajador en Washington contrató un cazafantasmas. Por Héctor Abad Faciolince

El buen entrevistador no debe entrar pisando duro, como Oriana Fallaci, sino que más bien se debe hacer el bobo, como Yamid Amat. Al entrevistador le conviene hacerse el pendejo, y seguirle la corriente al señor o a la señora que tiene al frente. Si uno se hace el ingenuo, como Amat, consigue que una mujer prudente como Lina Moreno diga cosas imprudentes, pero muy sensatas y muy inteligentes (como que hay que despenalizar el aborto), o que un tipo con fama de inteligente como Andrés Uriel Gallego, diga idioteces (como que el vudú sirve para obligar a una persona a que dependa de uno).

Por paradójico que suene, la inteligencia no vacuna contra la bobada. Ni saber matemáticas cura de la superstición. Dicen que el Ministro de Transporte, ingeniero civil de la legendaria Escuela de Minas de Medellín, tiene la cabeza mucho más dura que el asfalto que se inventó, y que al final de cuentas resultó blandito. Lo típico del cabeciduro es que le cuentan una historia cuando está pequeño, y luego hasta su muerte no es capaz de sacarse de encima las ideas pueriles que le inculcaron de niño. Como a él le dijeron que las brujas existen (y los aparecidos, los posesos, los fantasmas, el ángel caído), todavía sostiene impertérrito tonterías como que un mafioso puede hacer tratos con el diablo para que lo proteja de sus competidores o de la justicia. Y hasta se traga el cuento de que los mafiosos hacían “sacrificios humanos para realizar pactos oscuros.” Lo grave no es siquiera creer en que haya pactos satánicos; lo más grave es creer que funcionen.

En un país serio bastaría que un ministro dijera la mitad de las majaderías que dijo Andrés Uriel en su entrevista, para llamarlo al orden. Dice el periodista Amat que se pasó mucho tiempo buscando a alguien “con autoridad, seriedad y prestigio” para que le hablara de hechizos y de brujería, hasta que dio con el Ministro. Da grima, en un país que debería luchar contra la ignorancia y la superstición, que alguien con “autoridad, seriedad y prestigio” divulgue como si fueran verdad tonterías como la de que hay casas que están endemoniadas porque allí antes funcionó un burdel y los fantasmas de las putas muertas producen “ruidos, voces, olores, sombras?” .Y para confirmación de que la casa está endemoniada, cita como prueba que el dueño de la misma, ante la petición de que sacara algunas cosas, contestó: “Ni por el diablo”.

Los funcionarios que públicamente creen en idioteces no han sido raros en nuestros gobiernos. Recuerdo que cuando Luis Alberto Moreno era embajador en Washington, contrató un cazafantasmas porque en el palacete de la embajada de Colombia andaba suelto el espectro de una muchacha suicida. Pasaban cosas horribles como que el perro oficial se orinaba en los tapices y se le erizaba el pelo, y la cama de “la embajadora” se sacudía a veces con violencia, y no debido a los ímpetus maritales del embajador. Doña Gabriela Febres, entonces, se levantó a un sicobiofísico venezolano, Chucho Barranco, que por 5.000 dólares desterró de la embajada al ánima en pena de la niña suicida.

Es más, el ahora presidente del BID, por consejo de su esposa, no se atreve a dar un paso sin consultar antes con una gran astróloga, Anaïs Peña Herrera, que le analiza los momentos oportunos para tomar decisiones, los sitios con buena energía para celebrar cumpleaños y pasar vacaciones, y hasta las combinaciones estelares en las que no conviene tocar plata con las manos. Su devoción es tal, que una vez en la embajada no estaban pagando los sueldos porque el embajador tuvo prohibido durante un tiempo tocar plata, y no autorizaba la firma de cheques. Si eso era así, para los desembolsos del BID más valdría tener buen ascendente con doña Anaïs que con don Luis Alberto. Una mala confluencia planetaria y le niegan a Brasil un crédito puente.

Pero volvamos a Yamid Amat y a Andrés Uriel Gallego. El periodista dice, al empezar su escrito, que “invoca la ayuda de todos los buenos espíritus” para ver si logra transmitir la profunda espiritualidad del ministro. Cuenta que este vive en el Seminario de los Santos Apóstoles para sacarle el cuerpo a “casos sentimentales graves”. No me interesa averiguar esos casos, pero espero que no tengan que ver con el vudú; qué tal que le hayan clavado un alfiler al muñeco del Ministro en salva sea la parte. Lo que sí me pregunto es por qué en este país consideran que “ser muy espiritual” consiste en la capacidad de creer en carajadas.

Carajadas que, en el caso del ministro Gallego, lo llevan a creer en la misión sobrenatural del presidente Uribe. Preguntado sobre él, dijo que Uribe era no solo “un hombre superior”, sino muchísimo más, un “predestinado”. Y la predestinación, se sabe, es una especie de unción divina. A este paso, no bastará con hacerle al Presidente un monumento ecuestre: acabaremos erigiéndole un altar.

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http://semana2.terra.com.co/opencms/opencms/Semana/articulo.html?id=90987