Podría ser el guión de una película de Alfred Hitchcock. Una mujer asegura que hay muertos que se le aparecen en su casa, incluso que la amenazan de muerte. Nadie le cree y termina en un psiquiátrico. El mismo día que ingresa, una excavación inesperada descubre un cadáver en su jardín.Liselotte Norman formó parte de uno de esos desembarcos de alemanes que hacen de las extravagancias del sur grancanario su modo de vida. Propietaria de un local de copas, vivió una década rodeada del entorno de la noche en Playa del Inglés.

Hace ya algunos años que Liselotte, conocida como ‘Lilo’, comenzó a contar a sus amigos que en su casa había presencia anormales de seres. A veces los daba como extraterrestres y otras como espectros. Los amigos, que conocían su vocación por el alcohol, interpretaron primero sus comentarios como bromas y, posteriormente, como simples efectos alucinógenos producto de su vida nocturna.

La situación comenzó a agravarse. Para Lilo los problemas aumentaron cuando las obsesiones comenzaron a provocar molestias entre sus vecinos de bungalows.

A pesar de que insistía en que había gente enterrada en su jardín, no sólo nadie le creyó sino que se le fueron cerrando puertas, lo que quizá le hizo refugiarse más en el alcohol y en procurar no pasar en su casa más que el tiempo necesario.

Se le creyó loca e ingresó en un sanatorio mental el día antes de encontrar un cadáver en su jardín.

Demencia, sensibilidad o conocimiento

n Las preguntas que ahora se hacen muchos es si Liselotte Norman conocía el hecho de que en el jardín de la casa en la que vivía había un cadáver enterrado, y eso la obsesionó hasta volverla loca, o si realmente sentía presencias paranormales y terminó ingresada ante la presión de quienes le señalaban como trastornada.

Pero si pensar en que realmente se le aparecían fantasmas es difícil de creer para muchos, más complejo es considerar que sus afirmaciones y la aparición del esqueleto es pura casualidad.

Vecinos, amigos y operarios del complejo en que tuvo lugar el macabro hallazgo, aseguran que Lilo era incapaz de haber cometido un hecho de estas características. Hay quien apunta la posibilidad de que un vecino, con quien se suponía que mantuvo una relación sentimental hace algunos años, podría saber algo del caso, aunque el vecino, identificado como Rocher Dimitri, se fue de Canarias hace cerca de tres años, según explicaron trabajadores del complejo de bungalows.

Desde el pasado miércoles, Lilo está ingresada en un psiquiátrico en Alemania, muy cerca de la ciudad de Dusseldorf.

Fuente: http://www.canarias7.es/impresa/articulo.cfm?Id=1086219