Les cuento dos anécdotas que me sucedieron esta semana. Ambas se dieron en el salón de clases de mi universidad, con maestros de mi carrera de Biología: profesores con grados de doctor en ciencias.

La primera ocurrió con mi maestro Juan Carlos. Él me da la materia DE “Historia y Filosofía de la Biología”. Hablábamos de la filosofía de Platón y la relación que este filósofo da a la razón y las ideas. Justo en el momento de la cátedra, dije: “Esto se podría aplicar a la realidad. Platón dice que los sentidos nos engañan y que la razón es un arma efectiva. Esto lo puedo ejemplificar diciendo que los sentidos de la gente parecerían indicarle que en una casa hay alguna presencia que supuestamente se percibe por los sentidos. Sin embargo, cuando se aplica la razón, uno mismo encuentra que dicho fantasma no es más que una sugestión o algún fenómeno físico que ocurre en la casa”. El catedrático me miraba sonriendo. Contestó que su campo de acción era el impácto social de fenómenos como estos. Me quedé un poco extrañado, ya que parece que me dio a entender que si admite la posibilidad de fantasmas.
Una amiga, fanática de la ciencia ficción, replicó: “¿Y qué opina de los campos de trigo en Inglaterra?”. Nuevamente el catedrático apeló a el impacto social, aunque parecía que manifestaba credulidad ante el fenómeno. Repliqué al instante: “Pero si es fácil hacer un crop circle. Existen los circle makers. En www.circlemakers.org usted puede ver cómo se pueden hacer estos diseños sin demasiada tecnología. El fenómeno es terrestre”. El catedrático dudó. Y me dijo que solamente hay una forma de comprobarlo: “Tenemos que ir a Inglaterra y verificarlo”.
Antes de terminar, mostró un leve impacto ante Giorgio Bonjovani. “El hombre ha sido investigado por médicos”. Repliqué: “Aunque si uno mismo se pone parches en la frente y tiene a Jaimito Maussán para comprar a los médicos, el fraude está asegurado”. Eso fue todo aquel día, aunque creo que después de rebatir al maestro, no acreditaré el semestre.

A las siete de la mañana, en mi clase de Biología de Procariontes, la maestra llegó sonriente y presumida (nos cae mal a todos, pero que le vamos a hacer). En unas divagaciones que realizaba, junto con otra compañera de carrera, la maestra dio total aceptación al fenómeno de la telepatía. “Puede que sean coincidencias”, repliqué. “En verdad hay gente que tiene el dón”, contestó. Tranquilamente, dije: “Lo dudo mucho”. Con una mirada en donde casi soy devorado, me dijo: “Yo conozco a gente que lo puede hacer”. Levanté las manos, en señal de dar el avión. ¿Dónde está el escepticismo en mis profesores? Están enseñando ciencias a futuros científicos, ¿no deberían mostrar más escepticismo? Tal parece que sólida formación científica, no ha sido suficiente para eliminar las creencias pseudocientíficas en los científicos, que sí, son humanos comunes y corrientes.

La maestra siguió hablando de fantasmas y viajes astrales. No podía salir del salón: podía tener una falta ese día. Solamente reí estruendosamente. Creo que así manifesté mi señal de rechazo a esas ideas.