Estados Unidos tiene más premios Nobel de química, física y medicina, y más universidades que cualquier otro país del mundo, pero en el comienzo del nuevo año lectivo se encuentra atascado en un debate anticuado: religión contra ciencia. Según el Centro Nacional de Educación en Ciencias, en por lo menos 19 de los 50 estados del país hay proyectos de ley, iniciativas institucionales y aun querellas en los tribunales por la supuesta oposición entre la teoría de la evolución y el concepto de un Creador.

Estas disputas reflejan el ímpetu de grupos religiosos que quieren que en las clases de ciencia en las escuelas públicas se enseñe a los alumnos, junto con la teoría de la evolución, el llamado “diseño inteligente” o, abiertamente, la creación del Universo por parte de Dios.

El presidente de EU, George Bush, agitó un poco más este caldo a comienzos de agosto cuando opinó que “la gente debería estar expuesta a diferentes ideas”, equiparando una teoría científica con una creencia religiosa.

La semana pasada, la Junta de Educación Pública del estado de Kansas aprobó, de forma preliminar, una norma para las clases de ciencia que permite que los profesores hablen a los alumnos del “diseño inteligente” junto con la teoría de la evolución de Charles Darwin.

Los cristianos apegados a una interpretación literal de la Biblia creen que Dios creó la Tierra hace unos 6.000 años.

En este sentido, la propuesta del “diseño inteligente” es más flexible a las evidencias científicas, y sólo apunta a que, sea cuando sea que se originaron el Universo, la Tierra y la vida en ella, todo muestra que hubo un “diseñador”.

William Dembski, uno de los proponentes más conocidos del Diseño Inteligente (DI), sostiene que “hay sistemas naturales que no pueden explicarse de manera adecuada en “términos de fuerzas naturales sin dirección, y que exhiben características que en cualquier otra circunstancia uno atribuiría a una inteligencia”.

Así, cuando esta semana la Universidad de Harvard anunció un estudio científico para determinar cómo surgió la vida en la Tierra, en el cual gastará un millón de dólares anuales, algunos proponentes del DI saltaron de alegría.

“Esto es una admisión asombrosa de que las teorías actuales no lo explican, y de que la teoría de la evolución no ha refutado la idea de que lo que existe es producto de una causa inteligente”, dijo John West, del Instituto Discovery, en Seattle (Washington), que es el principal promotor de la enseñanza del DI en las escuelas.

Phillip E. Johnson, considerado el padre del movimiento DI, ha sido más directo: “Nuestra estrategia ha sido la de cambiar un poco el tema de manera que podamos introducir el diseño inteligente, que realmente significa la realidad de Dios, ante el mundo académico y en las escuelas”.

“Este no es realmente, y jamás ha sido, un debate acerca de la ciencia”, añadió. “Es acerca de religión y filosofía”.

Esto es precisamente lo que señalan los adversarios de la inclusión del DI en el currículum de ciencias de las escuelas y universidades públicas: la ciencia se ocupa del cómo, cuándo y dónde. Las preguntas acerca de por qué y para qué son el territorio de la especulación filosófica y las creencias religiosas.

Este es un debate que en la mayoría de los países occidentales y predominantemente cristianos se ha resuelto con reconocimiento mutuo de jurisdicciones entre religión y ciencia, hace muchas décadas.

Pero el ascenso del cristianismo evangélico conservador en EU desde los años 80 ha exacerbado la militancia de estos grupos.

“La oposición religiosa a la teoría de la evolución promueve la campaña contra esa teoría”, indica la Academia Nacional de Ciencias de EU, que se ha sumado a las controversias sobre el asunto.

“Aunque los enemigos de la teoría de la evolución citan las supuestas carencias científicas de la evolución, lo que los motiva en esta campaña es su temor por las implicaciones que ellos perciben de la evolución para la religión”, añade la Academia.

Fuente: ocvive.com