El terreno de la medicina es propicio para que incautos se dejen llevar por un sinfín de milagros, santos y medicinas alternas El hombre, desde su época de cromagnón, ha sentido la necesidad de creer y sentirse protegido por alguien o algo más fuerte que él. Hay gente que sabe esto o bien lo intuye, y, para bien o para mal se aprovecha de esa necesidad. Entonces inventa religiones, promete paraísos, se autonombra sacerdote, crea partidos políticos y encabeza gobiernos mesiánicos, desarrolla y propaga cualquiera de las pseudociencias tan en boga en la actualidad, quiromancia, astrología, flores de Bach, «naturismo», inventa cuentos de «vibraciones», «auras» y «magnetismo» más un larguísimo etcétera, tan largo como la gran necesidad de creer combinada con una formación científica más bien pobre, tanto de él como de sus seguidores.

El terreno de la medicina es definitivamente propicio para la charlatanería y el abuso a los crédulos e incautos, que, urgidos de creer en una curación imposible por lo avanzado de una enfermedad terminal, propia o de un familiar directo, buscan milagros en medicinas alternas y/o santuarios, vírgenes de determinados lugares o santos de moda.

A este respecto es interesante recordar un estudio, realizado por el científico Carl Sagan, ampliamente reconocido por sus estudios sobre astronomía, la evolución de la inteligencia humana, pero sobre todo por su tenaz lucha en contra de la ignorancia y la superstición. El estudio a que me refiero trata sobre los milagros atribuidos a la Virgen de Lourdes durante casi siglo y medio de existencia del santuario, manejándose exclusivamente los milagros reconocidos y aceptados por la Iglesia Católica.

Resulta que desde la «aparición» de 1858, unos 100 millones de personas han visitado Lourdes con la esperanza de ser curados de una enfermedad que la medicina, digamos «normal» no ha logrado curar o mejorar. La Iglesia Católica ha rechazado la autenticidad de una enorme cantidad de casos, y sólo ha aceptado 65 en casi un siglo y medio.
Dentro de estos 65 casos encontramos una variedad de tumores, procesos infecciosos crónicos de tipo tuberculosis, oftalmopatías, bronquitis, parálisis, etcétera. Pero ninguno es, digamos, regeneración de un miembro amputado o de una médula espinal seccionada. En las 65 curaciones encontramos una proporción de diez mujeres por cada hombre. Conociendo las cifras anteriores encontramos que la probabilidad de curación después de visitar Lourdes es entonces, de menos de una en un millón, y se tienen tantas probabilidades de curarse después de visitar Lourdes, como se tienen de ganar el premio mayor de la lotería, o de morir en un accidente aéreo, por ejemplo.

Pero resulta que en medicina se conocen casos, perfectamente documentados, de personas clínicamente «desahuciadas» y que se han curado sin intervención médica, si bien son muy escasos, dentro de estas personas encontramos creyentes de diversas religiones o ateos declarados, de todo hay. Esto no es el caso del llamado «efecto placebo». Se atribuye simplemente a «curación espontánea», no hay razón alguna aparente para que la curación se dé, y sin embargo se da. Lo interesante del estudio es que, sabiendo que la curación espontánea de todos los tipos de cáncer juntos se estima en algo que va entre uno en diez mil a uno en cien mil. Y si sólo cinco por ciento de aquellos que van a Lourdes fueran por cáncer, tendría que haber habido entre 50 o 500 curas «milagrosas» únicamente por cáncer. Dado que sólo tres de las 65 curas comprobadas eran casos de cáncer, el índice de curación espontánea en Lourdes parece ser inferior que el de cualquier otro lugar. En otras palabras, un enfermo tendría más probabilidad de curarse espontáneamente (o «milagrosamente» si prefiere) quedándose en casa sin hacer nada en vez de ir a Lourdes. Evidentemente, si se habla con uno de los 65 curados, va a ser muy difícil convencerlo de que no fue su viaje a Lourdes lo que curó su cáncer. Esta es una ilustración clásica de la falacia post hoc ergo propter hoc (después del hecho, por lo tanto, debido al hecho), muy popular en las pseudociencias.

¿Tendremos en un futuro una sociedad totalmente lógica y racional, algo así como el Sr. Spock, personaje de la serie Star trek? No, definitivamente nunca; la necesidad de creer en algo está ligada de manera absoluta a la naturaleza del humano. Y quizá sea mejor así.

Autor: Alejandro Vázquez Cárdenas

Fuente: cambiodemichoacan.com.mx