García Gual defiende la «despreciada» novela histórica y crítica la de «misterios del pasado»Como poco, la novela histórica es una vía de escape de la realidad mejor que la televisión. En ocasiones, además, detrás de este género hay autores de gran calidad. La afirmación es de Alejandro Noguera, secretario de las jornadas La novela histórica: realidad, ficción y mundo editorial, que se inauguraron ayer en la sede valenciana de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Tanto el citado como el director del encuentro, el catedrático de Filología Griega de la Universidad Complutense de Madrid Carlos García Gual, defendieron este género -habitualmente maltratado y despreciado por la crítica y el mundo académico-, aunque la absolución no fue para todos los autores. Ambos coincidieron en dar una opinión negativa sobre El código da Vinci, de Dan Brown, el último fenómeno editorial en todo el mundo.

García Gual afirmó a este diario que se vive un momento de cruce de géneros, que lleva a fusionar la novela histórica con la de aventuras, la fantástica o la policiaca. El catedrático se refirió así a la eclosión de un subgénero, que denominó de «misterios del pasado», en el que enmarcó el best-seller de Brown y que consideró «peligroso». «No lo encuentro positivo, porque distorsiona, destruye, el pasado, que la novela histórica tendía a respetar», aseveró.

Noguera, que es director de la Fundación Instituto Valenciano de Estudios Clásicos y Orientales (Iveco), dijo por su parte sobre el famoso libro: «Es una novela de fácil lectura, descubre misterios, pero contiene numerosos errores, algunos de los cuales evidencian una falta de trabajo de documentación». ¿Un ejemplo? La descripción de la iglesia parisina de Saint Sulpice no tiene nada que ver con el templo real, afirmó.

En opinión de este especialista, este bombazo editorial debe mucho a un trabajo de mercadotecnia «prodigioso». «Antes de que saliera “El código da Vinci”, la página “web” ya era muy visitada», explicó. Puestos a elegir en este ramo de la novela histórica, «prefiero a Julia Navarro (ýLa hermandad de la Sábana Santaý)», sentenció.

Pero este es un caso singular. García Gual y Noguera -ponentes durante la jornada inaugural del encuentro- destacaron el valor de la novela histórica para proporcionar «una visión propia, más fantástica, fresca y vivaz del pasado». «Es una máquina del tiempo que invita a viajar al pasado, que no es visto como ejemplar y sí como exótico», señaló el catedrático de la Complutense, una autoridad en el ciclo artúrico.

Según García Gual, el formidable auge del género en los últimos años se explicaría por una paradoja: la existencia de una nostalgia de la historia en un momento de crisis de lo histórico. Esto es, en un contexto de «unidimensionalidad» (concepto de Herbert Marcuse), con una sociedad dominada por el mecanicismo, la tecnología y la uniformidad y «donde se sabe poca historia», se ha despertado el interés por el pasado y, en especial, por las grandes figuras (emperadores romanos, Cleopatra, Alejandro, NapoleónÉ). Noguera comentó que ante «la carencia de presencia y carisma históricos (difíciles de transmitir también por la ubicuidad de los medios de comunicación), los personajes del pasado tienen la ventaja de ser ya mitos».

Todo empezó con «El nombre de la rosa»

Si hay que buscar un origen a la eclosión de la novela histórica, este sería con toda probabilidad el éxito de «El nombre de la rosa», de Umberto Eco, y de su adaptación cinematográfica. Alejandro Noguera destacó ayer que el primer sorprendido por este éxito fue el propio profesor italiano. El secretario de las jornadas de la UIMP no dudó tampoco a la hora de señalar un modelo de novela histórica: la pentalogía de la australiana Colleen McCullough sobre la Roma Antigua. «Es un maravilloso relato sobre el fin de la República, con una trama bien urdida».

Noguera, que definió el género como «un escrito de ficción ambientado en el pasado», dedicó su ponencia a los relatos sobre Alejandro Magno, que tienen su germen en la «Novela de Alejandro», del siglo III, «la obra más traducida después de la Biblia», dijo. El texto destacaba por su lenguaje llano y escaso nivel intelectual, y logró una gran difusión. Atribuyó a Klaus Mann (hijo de Thomas) el inicio del «género gay de Alejandro» por su novela de 1929.

Por Alfons Garcia, Valencia

Fuente: www.levante-emv.com