De Lunes a Viernes me levanto a las 6 am para ir al gimnasio a levantar pesas. Todo ha ido muy bien, excepto que desde que mi instructor me dio una dieta de 6 comidas diarias he tenido problemas para llevarla a cabo. Esto ha hecho que me sienta más débil y que no termine bien las rutinas. Así que hice lo que todo mundo hace: busqué suplementos alimenticios. Encontré que varios estudios serios descubrieron que el monohidrato de creatina ingerido cuando se hace ejercicio puede ayudar a mejorar los últimos esfuerzos en una serie de repeticiones, y a correr mejor ese último tramo.

En fin, para conocer un poco más sobre este alcaloide quizá les interes leer (en inglés) este reporte en Quackwatch.com

Pero de lo que yo quiero hablarles hoy, no es precisamente sobre la creatina, sino de lo que estuve pensando mientras buscaba entre los anaqueles de GNC (una tienda dedicada a vender todo este tipo de suplementos alimenticios).

Además de varios aparatos milagrosos que prometen dejar tu cintura como de una avispa de acero, también hay una cantidad sorprendente de “suplementos alimenticios” que van desde pastillas hasta polvos con precios que andan alrededor de los $40 dólares estadounidenses por empaques de 15 porciones que deben tomarse 2 veces diarias… $40 dólares por semana!! Pero a los atletas y las personas comunes que deseamos crear una buena musculatura y estar saludables, se nos recomiendan barras energéticas, suplementos proteínicos, aminoácidos para nutrición, reemplazos de alimentos, productos para antes de hacer ejercicio, productos para después de hacer ejercicio, complejos vitamínicos, y si además queremos estar sanos en general entonces no olvidemos los antioxidantes, los productos para la digestión, los productos con fibra, y los que prometen elevarte la energía diaria.

Total que si hacemos caso a todo esto, para estar sanos deberíamos invertir cientos de dólares a la semana, además de tus comidas regulares ¿cómo es que llegamos a requerir todo esto? Realmente no hemos llegado a requerirlo. Simplemente se nos vende la idea de que es así, se ha creado en el consumidor una necesidad irreal ¡Es todo un negociazo!

Y es que en las últimas décadas se ha visto entre la persona común de los países de niveles económicos medios y altos un boom de obesidad como no se había visto antes. El mecanismo de nuestro cuerpo es realmente muy simple: si ingerimos más calorías de las que quemamos, engordamos. Así de sencillo. Hoy en día nos hemos puesto la vida mucho más sencilla comparada a como había sido en épocas pasadas. Por ejemplo, el uso de vehículos de transporte nos evita caminar, los ascensores y las escalinatas eléctricas nos evitan subir y bajar escaleras, los videojuegos nos evitan hacer deportes o jugar físicamente, las computadoras nos evitan hacer las cosas manualmente, las herramientas automáticas nos hacen el trabajo manual más fácil, etc. Dicen que todas estas tecnologías nos hacen la vida más fácil, y es cierto ¿pero también más saludable?

Si cada oportunidad que tenemos de quemar calorías la reemplazamos por tecnología para volvernos más sedentarios, no es sorpresa que nos estemos haciendo más gorditos. Por ejemplo, al estadio de los Yanquis de Nueva York que fue construido en los años veinte, recientemente se le tuvieron que quitar cerca de 9 mil asientos para reacomodar e incrementar el espacio original entre los asientos de 38 cm a 48 cm de manera que pudieran caber con más comodidad las sentaderas de los americanos modernos. Y la venta de comida chatarra no nos está ayudando mucho en llevar una dieta saludable bombardeándonos constantemente con deliciosas imágenes y promociones y la conveniencia de tener uno en cada esquina ¡y hasta ventanillas para pasar en nuestros autos sin tener que caminar adentro del restaurant! ¿Quieres una rica y engordante pizza? Solo hace falta una llamada y en 30 minutos o menos la tendrás en la comodidad de tu casa.

Nuestra dieta occidental nos está haciendo engordar, y con eso se crea un nicho en el mercado del consumismo que nos invita a adelgazar utilizando infinidad de aparatos, pastillas, líquidos, que nos prometen deshacernos de esa grasa de más. Aparatos que prometen abdominales de roca sólida en solo 6 segundos diarios (sí, de verdad, lo acabo de ver en la tienda GNC), productos de la fraudulenta empresa Genoma Labs que milagrosamente deshacen la grasa corporal en días y mejoran nuestras vidas, y más, muchas cosas más que a base de mercadotecnia y necesidades creadas por ellos y por nosotros mismos nos hacen vivir diariamente en un constante estrés y una constante inseguridad física ¿quién no quisiera tener el cuerpo de Brad Pitt o de Angelina Jolie? Si tienen oportunidad, observen detenidamente videos de los años 20s y cuenten cuánta gente obesa aparece en ellos. Ahora enciendan la televisión y cuenten otra vez ¿notan la diferencia?

De acuerdo a Christopher Wanjek, un mito moderno de engordar es la idea de que fuiste destinado a ser gordo o gorda porque has heredado el “gen de la gordura” y por lo tanto no tienes más opción que ponerte redondito o redondita. Pero la realidad es que muy pocas personas, tan pocas como menos de una centésima de un uno porciento, son obesas por algún desorden genético o algún malfuncionamiento de la glándula tiroide o el hipotálamo. En realidad, es nuestra dieta y nuestro estilo lo que nos hace engordar. Tomen por ejemplo a los asiáticos con sus dietas bajas en carnes y altas en vegetales los mantuvieron siempre delgados, pero ¿qué pasa con los asiáticos gorditos que viven en el occidente? ¿acaso se les contagió el gen de la gordura? Y ahora con las dietas occidentales que han llegado al oriente, puedes encontrar cada vez más gente obesa por aquellos rumbos. ¡Las culturas antiguas incluso llegaban a considerar a los raros casos de obesidad como eventos sobrenaturales! Había quienes hasta les atribuían dones de videncia. En Europa medieval y en la Roma antigua la mayoría de la obesidad era el resultado del sobreconsumo e inactividad entre los adinerados.

Otro mito que comenta Wanjek es el que las dietas funcionan. Sin embargo, el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos de Norteamérica estimó que entre el 95 y el 98 por ciento de las dietas no mantienen el peso deseado por más de tres años, y más del 90 por ciento de las dietas conducen a una ganancia de peso mayor. Según Wanjek, ni siquiera bajar calorías nos lleva a perder peso. La única manera de perder peso y mantenerlo es mediante un cambio en nuestros estilos de vida.

Nuestro cuerpo funciona de una manera peculiar, que es el resultado de la evolución y de cómo hemos sobrevivido: si comemos mucho pocas veces al día, nuestro cuerpo cree que se acerca una temporada de escasés de comida y comienza a almacenar grasas en esos lugares que tan poco nos agradan. Nuestro cuerpo no sabe que a la vuelta de la esquina hay un McDonald’s en caso de emergencia. O que tenemos en nuestra oficina una maquinita con refrescos y chocolates. La historia evolutiva le ha enseñado a nuestro cuerpo a aferrarse a la mayor cantidad de grasa posible en caso de traición, esto sirvió como manera de subsistir por millones de años a nuestros antepasados evolutivos. Hoy día, con la facilidad que tenemos muchos occidentales para adquirir alimentos, esa habilidad de nuestro cuerpo solo nos resulta contraproducente ya que somos fisiológicamente muy parecidos a nuestros primos antepasados ¿pero quién se lo va a decir a nuestro cuerpo? Bueno, intentamos comunicarnos con él poniéndonos a dieta y lo que sucede es que al restringir calorías nuestro cuerpo cree que se acerca una temporada de carestía y hambruna y comienza a reducir las calorías que quema. Tampoco querrá deshacerse de esa grasa almacenada porque no tiene idea de cuándo terminará esta hambruna, o cuándro llegará otra. Simple sobrevivencia. Si durante tu dieta comes algo con grasa, obviamente te la arrebatará y la guardará como joya preciosa. Tu cuerpo entonces entra en modo de conservación de calorías, y para perder peso, tendrás que evitar ingerir más calorías y mantener ese bajo nivel. Es decir, ahora requieres comer mucho menos si quieres perder peso porque tu cuerpo se ha autoconfigurado a sí mismo a ese nuevo ritmo metabólico. Por ejemplo, supongamos que tú y un amigo tuyo pesan cada uno en este momento 90 kilogramos. Tu amigo siempre ha pesado 90 kilogramos, en cambio tú pesabas 98 kilogramos pero lograste perder 8 kilogramos y lograr tener el mismo peso de tu amigo. Tu cuerpo se ha autoconfigurado a sí mismo para quemar calorías más lentamente como reacción a haber perdido eso 8 kilos. ¡Ahora tú debes ingerir 250 calorías menos que tu amigo solo para mantener el mismo peso que él!

Según Wanjek, las dietas que restringen calorías técnicamente sí funcionan, pero dice que es difícil comer mucho menos para mantene
r un peso dado, ya que si te equivocas y comes una cantidad de comida “normal”, subirás de peso. Es decir, no es necesario que no comas de más, simplemente llevando tu dieta normal hará que tu cuerpo almacene grasas y engordes, y solo para mantenerte en tu peso actual, deberás comer todvía menos que antes ¡qué injusticia! ¿no? Entonces, para perder peso deberás ser increíblemente disciplinado.

El ejercicio ayuda porque en vez de ponerte a dieta y dejar de consumir esas 250 calorías del ejemplo anterior, puedes optar por “quemar” esas mismas 250 calorías ejercitándote y de esa manera tu cuerpo no entrará en modo de recesión porque este asumirá que todo sigue normal ya que para tu cuerpo lo natural es hacer ejercicio hasta sudar mientras quemas calorías, de modo que tu metabolismo sigue a un ritmo alto.

Supongamos que vivimos en la época en que andábamos semidesnudos en un medio ambiente hostil compitiendo siempre con otros mamíferos naturalmente más fuertes y ágiles que nosotros ¿cada cuánto crees que comíamos carne? Suena muy emocionante la historia de la tribu que manda a sus cazadores a matar Mamuts, pero esa no era una taría sencilla. Una vez que lograban cazar algo de carne, la comían hasta hartarse y pasaba mucho mucho tiempo para volver a comerla. Nuestro cuerpo obviamente se acostumbró a almacenar las grasas para utilizarlas mientras había carencias. Mientras tanto comíamos frutas, granos, y lo que recolectáramos, satisfaciendo nuestras necesidades por proteínas con insectos, peces, etc. El comer mucho cuando hay comida entonces es algo muy natural, algo que aprendimos hacer hace mucho tiempo y que lo seguimos haciendo hoy en día, aún cuando tengamos a la mano siempre algo qué comer.

Hay una famosa dieta creada por Robert Atkins que recomienda comer proteínas y dejar de comer carbohidratos, es decir, come más tocino y chuletas de puerco y deja de comer arroz y vegetales ¡grandioso! ¿no es cierto? Sus razonamientos son algo extensos por lo que no los incluiré aquí, pero solo comentaré que está basada en el deseo occidental de querer obtener algo a cambio de nada. Sin embargo, la realidad es que es todo lo contrario, y solo hace falta ver los ejemplos que he dado para darse cuenta que el humano delgado siempre ha subsistido en su mayor parte de alimentos ricos en carbohidratos como arroz y vegetales, obteniendo proteínas de alimentos como pescado y frijoles, y cuando es posible, “carne roja”. De nuevo, es el comer de más lo que nos hace engordar, no el evitar proteínas.

Otra famosa dieta nos invita a lo contrario: come más carbohidratos y menos proteínas y grasas. Este tipo de dietas es recomendado por muchos nutriólogos e incluso hasta doctores. De acuerdo a Bill Phillips y Michael D’Orso, una razón por la cual estas dietas son tan populares es porque en 1988 el servicio de salud pública de los Estados Unidos recomendó que restringiéramos nuestro consumo de grasas y, en respuesta, la industria multimillonaria de la comida comenzó a producir alimentos fat-free (sin grasa). Entonces, en vez de grasas, se agregaron más carbohidratos y el mito de que “fat-free” significa “come todo lo que quieras” se propagó como fuego. Sin embargo, todavía seguimos viendo cómo aumentamos de peso ¿por qué?

Porque nuestro cuerpo requiere de carbohidratos y proteínas. No debemos contar cuántas calorías comemos, sino qué tanto y qué tan saludable comemos y tratar de quemar el mayor número de calorías posibles ejercitándonos de alguna manera. Y el someter a nuestro cuerpo al estrés de dejarlo sin comer es contraproducente, porque automáticamente bajará el ritmo de tu metabolismo.

La palabra “dieta” viene del Griego “diaita” que significa una forma de vida prescrita. Hoy en día casi todos relacionamos dieta con algún método para bajar de peso rápidamente. Quizá debiéramos volver al significado original y cambiar nuestra forma de vida comiendo menos grasas y ejercitándonos más.

Hasta otra ocasión y gracias por leer.