En la primera página de El País Semanal del domingo pasado se anunciaba el reportaje titulado ‘Cazadores de planetas’ acompañado del siguiente subtítulo: ‘Astrólogos que rastrean el universo en busca de mundos desconocidos’. En la primera página del diario se repetía el término astrólogos. En el interior de la revista, el reportaje, de ocho páginas, lo encabezaba el mismo título y esta entradilla: “Hace pocos años se les veía como unos soñadores sin mucho futuro, pero hoy día están de moda. Son un pequeño grupo de astrónomos que se dedican a rastrear el universo más allá del Sistema Solar para descubrir nuevos planetas. Han catalogado ya 140, y su gran reto es dar con algún gemelo de la Tierra”.La utilización del término astrólogos en lugar de astrónomos en las dos primeras páginas citadas ha llevado a una docena de científicos a expresar su protesta mediante mensajes remitidos al Defensor del Lector, de los que he seleccionado cuatro. Todos ellos se han sentido insultados. “Soy astrofísico y catedrático de Física, y en nuestro gremio se considera de lo más ofensivo llamar astrólogo a un astrofísico o a un astrónomo. Sería equivalente a llamar curandero a un médico”, escribe Gerardo Pedrós Pérez, de la Universidad de Córdoba.

“Parece que los astrónomos tenemos la batalla perdida en este terreno”, se lamenta Benjamín Montesinos, del Laboratorio de Astrofísica Espacial y Física Fundamental. “Con una frecuencia que llega a ser irritante, se nos confunde en los medios de comunicación a los astrónomos o astrofísicos (científicos que nos dedicamos a estudiar los diversos objetos del universo, el Sol, los planetas, las estrellas, las galaxias, etcétera), con los astrólogos, que a lo único que se dedican es a hacer horóscopos, cartas astrales y a ganar un dinero fácil a través de predicciones cuya falta de fundamento está más que probada”.

Rafael Ribas abunda desde Madrid en esta idea: “Estoy seguro de que a un periódico serio como el suyo no hace falta explicarle la diferencia entre astronomía y astrología, y que sabe que Stephen Hawking y Rappel no estudiaron lo mismo. Como profesor de Ciencias en Secundaria, me paso horas explicando la frontera entre ciencia y seudociencia, entre el horóscopo y la meteorología. Si uno de mis alumnos cometiera un error así en un ejercicio escrito, tendría una seria charla con él/ella. Si ese error se hubiese deslizado en el contenido del reportaje (por otra parte muy interesante), le habría echado la culpa al famoso duende. Pero quiero creer que la portada de una revista que leen (¿cuánto era? ¿más de dos millones de personas?) pasa diversos controles de calidad antes de permitir una metedura de pata de tal calibre”.

José Carlos del Toro Iniesta se ha sentido en la obligación de expresar su queja institucionalmente: “Sé que no seré el único que se haya puesto en contacto con usted por este asunto pero, por difícilmente reparable, no podía dejar de hacerlo en nombre del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) que dirijo. Cuando los medios de comunicación no distinguen entre astronomía y astrología, cuando no distinguen entre matemáticas y aritmética, cuando hablan frívolamente (a menudo en las secciones de deportes) de estadística no hacen sino diseminar incultura y no pueden recibir más que protestas airadas”.

El doctor Del Toro concluye así: “Me consta que este diario es usualmente cuidadoso con la ciencia y se precia de incluirla entre sus artículos de contenido cultural. Harán bien, pues, en observar un cuidado más escrupuloso en el futuro. Sus lectores habituales se lo agradeceremos”.

Gregorio Rodríguez, jefe de sección de EPS, admite que se trata de “un error lamentable”, fruto de “un descuido a la hora de titular la portada”, y agrega: “Una vez terminados los textos aplicamos los mecanismos de control habituales en El País Semanal. La portada pasó por cinco personas diferentes antes de ser enviada a fotomecánica. La volvimos a revisar, una vez más, con la prueba de color. Nadie se dio cuenta del error. Increíble, pero cierto”.

Rodríguez recuerda que El País Semanal ha publicado 10 temas relacionados con la astrofísica en el último año y añade: “La ciencia es una de las señas de identidad de la revista, una apuesta arriesgada. Ésta es la mejor muestra de nuestro conocimiento y respeto por el trabajo de los científicos. Nunca habíamos confundido a los astrónomos con los astrólogos. Ahora, por un desliz, recibimos quejas a título privado y de instituciones públicas. Tan injusta es la errata como la reacción de algunos por este lapsus cálami. Pero el error está ahí: pedimos disculpas a los lectores y a los astrónomos. Y planteamos una pregunta para la reflexión: ¿pensaríamos y publicaríamos estas historias si no supiéramos quiénes son los astrónomos?”.

Una vez reconocido el error y pedidas las disculpas por el responsable de EPS, poco puede decir el Defensor del Lector, salvo reclamar más diligencia a quienes revisan las páginas.

Aquí podría acabar el artículo, pero como mientras lo elaboraba algunas personas me han comentado que les parecía exagerada la reacción de los astrónomos ante un descuido involuntario, le pedí a Javier Armentia, director del Planetario de Pamplona y militante contra las seudociencias, que contextualizara el incidente.

“Puede parecer que la confusión en un titular entre astronomía y astrología sea una simple errata entre dos términos parecidos y que no tenga mayor trascendencia. No lo es, porque la confusión parece dar una respetabilidad a algo que no la tiene”, subraya Armentia, y agrega: “Se podría achacar la confusión a que realmente ambos términos tienen una historia común. Pero desde los tiempos del nacimiento de la ciencia en el Renacimiento, la confrontación entre astrología y astronomía ha sido clara y no hay tratado de historia de la ciencia que no ponga de manifiesto la radical diferencia entre lo que es una adivinación sin base real y una ciencia”.

Javier Armentia recuerda: “En 1976 fueron 180 (entre ellos 20 premios Nobel) los científicos que suscribieron un manifiesto titulado ‘Objeciones a la astrología’, que precisaba: ‘Es sencillamente un error imaginarse que las fuerzas ejercidas por las estrellas y los planetas en el momento del nacimiento puedan determinar de manera alguna nuestro futuro. Tampoco es cierto que la posición de los lejanos astros determine que ciertos días o periodos sean más favorables para ciertas acciones, o que el signo bajo el cual se nace decida la compatibilidad o incompatibilidad con otras personas’. Este manifiesto fue suscrito en España por más de 250 astrónomos y científicos de otras áreas en 1990”.

Armentia concluye: “No hay un solo intento de demostrar la validez de la astrología que haya salido bien parado en la arena de la discusión científica”.

Vale la pena, pues, esmerarse en evitar que la astrología y los astrólogos sigan medrando.

Por Sebastián Serrano
El País
Fuente: http://www.periodistadigital.com/secciones/periodismo/object.php?o=46528