Un experimento provee evidencia de Percepción Extra Sensorial (PES) solo si los resultados no pueden ser explicados en términos de Percepción Sensorial Ordinaria (PSO). Desafortunadamente, los científicos no son particularmente adeptos en determinar cuando un resultado puede ser debido a PSO porque no están entrenados en el arte del engaño. Sin embargo, los magos profesionales sí lo están. Como resultado, los parapsicólogos harían bien en hacer uso de su experiencia. El Proyecto Alfa, concebido por James (el Sorprendente) Randi, provee una demostración dramática de la necesidad de magos en los laboratorios Psi.

En el Proyecto Alfa, dos jóvenes magos, Steve Shaw y Michael Edwards, con la asesoría de Randi, fueron a los Laboratorios McDonnell para la Investigación Psíquica en la Universidad de Washington en St. Louis, Missouri, en los Estados Unidos. El laboratorio McDonnell fue probablemente el laboratorio psíquico mejor fundado en el mundo; fue creado con la donación de $50 mil dólares de James McDonnell, ejecutivo del consejo de la Corporación de Aeronaves McDonnell-Douglas.

Shaw y Edwards convencieron fácilmente al equipo de investigadores en el Laboratorio McDonnell que ellos tenían genuinos poderes psíquicos. Fueron probados por el laboratorio durante un periodo de tres años. Rara vez fallaron en lograr proezas “psíquicas”. El metal fue doblado “paranormalmente”, se leyeron mentes, se adivinaron misteriosamente los contenidos de sobres sellados, quemaron fusibles sellados en contenedores protectivos, y “psíquicamente” aparecieron imágenes misteriosas en película dentro de cámaras… Randi reporta en detalle sobre las sencillas formas en que se llevaron a cabo estos engaños.

Antes que Shaw y Edwards comenzaran a ser probados en el Laboratorio McDonnell, Randi escribió al director, el Dr. Peter Phillips, un profesor de física en la Universidad de Washington. Randi detallaba el tipo de controles que el laboratorio debería utilizar para protegerse contra la prestidigitación y otros trucos de ese tipo. También ofreció ir al laboratorio, pagando él mismo sus propios gastos y sin el conocimiento público, para asistir en la preparación de experimentos “a prueba de trucos”. La oferta de Randi fue rechazada y su consejo ignorado. Los controles que fueron puestos sobre Shaw y Edwards fueron totalmente inadecuados para prevenir el uso de sus trucos. Incluso cuando las videocintas de sus hazañas mostraban con bastante claridad cómo se habían hecho los trucos, el entusiasmado equipo del laboratorio falló en darse cuenta. (Terence Hines, Pseudoscience and the Paranormal (Buffalo: Prometheus Books, 1988, pags. 93-94).

Shick, Jr. y Vaughn, How to Think about Weird Things, Mayfield Publishing Company, 1998, pag, 189.