Lo que constituye evidencia para soportar o para echar por tierra una afirmación varia bastante entre individuos. Los escépticos generalmente requieren un rango de evidencia mas alto que la persona común, mientras que los creyentes y los de la Nueva Era pueden sostenerse bastante en su “intuición”, “sentimientos”, “vibras”, etc. para guiarse.

Presumiblemente, la gente que acepta las explicaciones paranormales para un fenómeno se encuentran con que los misterios no se aplican a los mismos criterios que otras facetas de sus vidas. Por ejemplo, vamos a suponer que un psíquico o astrólogo tiene un problema con su automóvil y lleva a su vehículo al mecánico. ¿Supondrías que aceptaría una explicación como “Bueno, su auto esta bien, es solo que las energías no están balanceadas”, o “las estrellas no les son favorables en estos días, vuelva a intentarlo cuando Marte haya salido de Leo”?

Lo mas probable es que el psíquico o astrólogo demande una explicación mecánica mas concreta y real de por que su carro no funciona, como que las bujías están mal, o que el alternador no esta cargando. Ella sabe que en el mundo real, las influencias paranormales no son un factor realista. Aun así, las energías místicas (y la “información” de esas energías) por medio de las cuales los psíquicos y astrólogos se ganan la vida aparentemente son lo suficientemente validas para “vender” a OTRAS personas sus lecturas y consultas.

Para evitar lo que los psicólogos llaman “disonancia cognoscitiva”, la molestia de conocer dos creencias contradictorias y mutuamente exclusivas, la gente adopta un cuadro mental y referente separado para diferentes partes de sus vidas. De esta manera, por ejemplo, un abogado puede litigar todo el día con argumentos lógicos en su trabajo, y al llegar a su casa leer su carta astrológica y llamar por teléfono a la línea psíquica. Para el, los dos valores de diferencias tan vastas de evidencias que usa en el trabajo y en casa no se contradicen una a otra, porque su trabajo y su vida personal son dos esferas separadas.

Fuente: Pendiente