María Alexandra, Vanesa y Maya son las ‘brujas’ más orgullosas de sus poderes: Predicen el futuro por medio del péndulo, las cartas y la escritura.

Que las hay, las hay… Les dicen también hechiceras, sacerdotisas, magas, adivinas, encantadoras, clarividentes, agoreras y mensajeras del diablo. Su existencia es milenaria y aunque la ciencia ha respondido muchas preguntas son parte de una sociedad que siempre quiere descubrir lo oculto, pero solo invocarlas produce miedo.

Hoy, aún con el Maligno como el rey de lo oscuro, sus supuestas amigas ya no corren el riesgo de ser quemadas. Es más, no se aterre si su vecina, amiga, novia, esposa, hermana y hasta su mamá es una bruja.

Pero basta con ver el programa de TV Charmed (Hechiceras) para olvidar las viejas de sombrero, verruga, caldero, escoba, gato y un supuesto tercer pezón para alimentar un engendro diabólico, y darles la bienvenida a unas brujas mamacitas. Que lo digan los seguidores de la serie, que se dejarían embrujar,  sin pensarlo, por Phoebe, Paige y Piper.

Estas tres lindas hermanas que se enfrentan a espíritus, caballeros misteriosos y demonios han reivindicado una profesión maldita mostrando, sin  vergüenza, sus poderes y pócimas para después exhibirse en la alfombra roja de Hollywood y en revistas con poses de bruja contemporánea.

Como siempre, la realidad trasciende las pantallas y tres jóvenes: María Alexandra, Vanesa y Maya se declaran seguidoras del oficio con sus pintas de ‘brujas’ frescas, bonitas, con poderes estilo Charmed, dispuestas a ayudar a la policía si se lo piden y con la carga de ser señaladas hasta por su propia familia.

Atrás quedaron las casas oscuras con enredaderas, jaulas, lechuzas y telarañas en los rincones. Estas jóvenes hechiceras viven en un apartamento normal, prefieren el Transmilenio a las escobas, pero, eso sí, siempre están rodeadas de velas, incienso, cuarzos, sonidos de agua, mantra y música de la nueva era.

Todo para equilibrar energías y alejar posibles fuerzas negativas de espíritus desencarnados que andan por ahí y terminan pegándose al primer incauto. Allí, como bruja que se respete, realizan aquelarres pero no para bailar desnudas bajo la luz de la luna como sus antepasadas, sino para estudiar sus dones.

María Alexandra y Vanesa Gutiérrez son hermanas, su mamá estudia y lee el tarot y confirma la teoría de que los poderes parasensoriales tienen mucho de genética, sin olvidar que la brujería, a pesar de todo, tiene sus machos con escoba.

Vanesa, de 18 años, es la bruja menor. Desde pequeña comenzó a ver sombras pero no contaba porque “a lo niños no les creen”. Cuando tenía 4 años su papá murió y le decía a su mamá que él le hablaba desde las nubes. Entre el susto y la diversión, creció con sus visiones pero se mantenía escéptica frente a otras expresiones metafísicas.

Hace dos años su mamá, que desde pequeña tenía sueños con personas que se iban a morir y ya ejercía como ‘bruja’, le mostró un péndulo y Vanesa descubrió que ese sería su medio para graduarse de maga. “Al principio me daba miedo porque la formación católica recrimina estas cosas”, dice.

Luego compró su propio péndulo y a la hora de escogerlo sintió que uno de ágata cornalina era el suyo. Pero Vanesa tiene claro que ser maga no será su profesión y mientras decide qué estudiar usará su poder como medio de curación, adivinación (descubrir la vida pasada de las personas) y búsqueda, por ejemplo, de personas desaparecidas.

María Alexandra, su hermana de 22 años, dice que su vida como hechicera ha sido muy normal. Sentir ‘cosas’ ha sido cotidiano y como ella afirma “lo mío no es tan físico” y se inclina más por las lecturas que se pueden hacer en rituales con los elementales (aire, agua, etc.). Es diseñadora de modas pero su vida de maga empezó con la psicografía, una forma de canalizar mensajes a través de la escritura.

Era muy niña cuando comenzó a recibir los mensajes en las noches, mientras escribía o rayaba un papel. De repente, le salían palabras y al final se completaba un mensaje, pero hoy María Alexandra prefiere practicar de vez en cuando y llega a cansarse de saber más de lo normal.

Algo en lo que todas coinciden, pues con sus poderes tendrían la capacidad de saber más sobre su destino. Pero casi en coro afirman: “Lo importante es vivir las experiencias, hay cosas de las que uno no quiere saber y sobre las que nunca va a preguntar”. Mejor dicho, el novio no es escogido a través de señales sobrenaturales.

El trío de hechiceras lo completa Maya. El primer recuerdo de sus poderes fue cuando su mama le dijo “usted está loca”. Se refería a las voces y ruidos, y a que sentía que la empujaban o la tocaba ‘alguien’.

Se creyó el cuento, al tiempo que era la niña problema del colegio que oía ‘metal’. Un complemento perfecto para esa ‘locura’ que también tenía algo genético, pues su mamá leía el chocolate cuando Maya era niña y años después volvió a la brujería pero con el tarot.

Su vida como ‘metalera’ la metió en un mundo de rumba, como dice ella, de “vibraciones bajas”. En esta época estuvo en lo que se conoce como el ‘lado oscuro’ y hoy, con 21 años, sabe que es mejor dedicarse a un lado más ‘claro’, pero sin perder los contactos para saber a qué atenerse si llegan energías negativas.

Un golpe inexplicable en la ventana y una noche en vela en la que gritó y no la oyeron la convencieron de sus poderes. Un día su mamá le regaló sus cartas viejas para que practicara pero ignoró el mensaje, hasta que la obligó a leerlas. Sin haber estudiado las interpretó y fue el comienzo de su vida bruja.

Una habilidad que esta particular maga justifica por pertenecer a la llamada generación ‘índigo’ o ‘alfa’ (los nacidos en los 80), quienes por estar en un mundo más informado pueden interpretar en medios ‘mágicos’ y ver más allá que los demás.

Maya estudia diseño industrial en los Andes, pero afirma orgullosa que espera vivir de su profesión de bruja  y dejar como el plan B su carrera. Mientras tanto se alista para casarse con otro mago metalero que lee las runas.

Son tres encantadas convencidas de que el dinero no aparece por arte de magia. Transmitir sabiduría y conocimiento tiene su precio y por eso se adelantan a responder a la pregunta de por qué ellas no predicen su propio bienestar: “para nosotras mismas no funciona”. Por algo será que las Charmed nacieron ricas y en Estados Unidos.

Por eso, quien piense que todo es una farsa no puede olvidar que hay fenómenos inexplicables y un proverbio popular que reza: “no creo en brujas, pero que las hay, las hay…”. A lo mejor lo inventaron ellas mismas en un aquelarre.

Por Guido Hoyos


Fuente: http://eltiempo.terra.com.co/REVISTAS/alo/2004-08-20/ARTICULO-WEB-_NOTA_INTERIOR-1771130.html