Por: Francisco José Amparán

Es por demás: después de cuatro y medio siglos de supuestamente campear por sus fueros, el pensamiento científico y el racionalismo no parecen haber cubierto mucho camino que digamos en sociedades que se dicen modernas y herederas de la Ilustración; o, de perdido, del sentido común. Para acabar pronto, la lógica estricta sigue brillando por su ausencia en pleno siglo XXI.

No nos vayamos a los extremos de tratar de explicar las torcidas elucubraciones que llevan a alguien a volarse con dinamita entre la multitud que se pisotea y resuda en un camión; ni pretendamos desentrañar las causas por las que hombres cabales, inteligentes y de buena crianza le pueden ir al América o a los Vaqueros de Dallas. No, mejor examinemos por qué no poca gente se deja llevar por arrebatos y pasa a creer ciertas cosas inverosímiles, ignorando lo que la verdad objetiva les grita al oído.

Como cualquier persona medianamente perspicaz se habrá dado cuenta, la semana pasada ocurrió el décimo aniversario del asesinato de Luis Donaldo Colosio. Una encuesta nacional nos dice que algo así como el 90 por ciento de los mexicanos creen que el sonorense fue víctima de un complot. Además, la mayoría de esos seguidores de la teoría de la conspiración considera que el cerebro detrás de la misma fue el entonces presidente Salinas. Todo ello, después de que tres fiscales serios (y otro sencillamente alucinado, que se cuece aparte) no encontraron ninguna evidencia para justificar la sospecha siquiera de que metido en el asunto hubiera habido alguien más que un trastornado mental llamado Mario Aburto. Todo ello luego de que tras diez años de cárcel y quién sabe qué tratos y torturas, Aburto sigue sin decir ni pío sobre quién lo pudo haber enviado a Lomas Taurinas, a perder la vida (en sentido literal o figurado) a cambio de, nadie ha sabido explicar, qué. Y todo ello después de que el compatriota Zedillo, el reemplazo de Colosio, a quien en teoría Salinas tenía en mente a la hora de maquinar tan maquiavélico plan, metiera en el bote a Raulito, forzara al exilio al mismo Carlos y se encargara de demoler su plan transexenal. No, qué bruto; qué bien pensado por el Innombrable.

Algunos apuntan a que el discurso pronunciado por Colosio el seis de marzo de 1994 en el Monumento a la Revolución marcó la ruptura con Salinas y significó su condena a muerte. En estos días resultó imposible no escuchar el mentado discurso unas seis veces… y nos sigue sonando perfectamente anodino. ¿Qué dijo Colosio en esa mínima pieza de oratoria? ¿Que había que cambiar cosas en el país? ¿Que México tenía hambre y sed de justicia? Yo me pregunto, ¿qué mexicano mayor de tres años y capaz de sorberse los mocos ignora eso? ¿Qué candidato (del PRI, del PAN y del partido que ustedes gusten y manden) no ha dicho más o menos lo mismo, más o menos hasta la náusea? Claro, en marzo de 1994 había un ambiente turbio… como si nuestra atmósfera política fuera tradicionalmente escandinava. ¿Y quién se muere por el clima? Refraseo: el mentado clima político ¿afectó el ya de por sí dañado cerebro de un empleado de maquiladora de 23 años y lo condujo a Lomas Taurinas? ¿Fue guiado por telepatía? Quien crea que la gente actúa de acuerdo a fuerzas magnético-energéticas-cósmicas, puede pensar que las perversas ondas generadas por Salinas y Camacho condujeron a Aburto al magnicidio. Y según parece, una mayoría de los habitantes de este país considera plausible semejante tontería.

Lo cual nos lleva a concluir que la gente cree lo que le da la gana creer, especialmente cuando esas creencias están apuntaladas por prejuicios y preconcepciones. Y lo que vaya en contra de lo que YO pienso que es verdad, no puede ser verdad, por más evidencias que la respalden. Hace unos meses ya habíamos comentado un fenómeno semejante con motivo del cuarenta aniversario del asesinato de John F. Kennedy. Sencillamente, la gente se niega a creer que un pobre diablo (Oswald, Aburto) es capaz de poner patas arriba a un país y, contenciosamente, cambiar la historia contemporánea. Y es más cómodo pensar que Carlos, el Villano Favorito (Salinas, no Ahumada) fue el responsable del asesinato… aunque no exista un solo elemento de evidencia dura, capaz de ser presentada en un proceso judicial medianamente legal y sensato. La verdad pura y simple, como casi siempre, resulta bastante fastidiosa.

Pero hay otras evidencias que apuntan a que gente ilustrada (o supuestamente ilustrada) es capaz de creer las mayores tonterías con tal de explicarse de manera más sencilla y fatua algunos aspectos no muy agradables de la existencia. Tómese por ejemplo una nueva moda: la de los Niños Índigo. Me temo que voy a tener que tomarme bastante tiempo y bites de la computadora para explicar esta insensatez; pero es necesario, para que vean cómo funciona el mecanismo de autoengaño entre mucha, mucha gente.

El concepto de Niños Índigo se originó con la parapsicóloga norteamericana Nancy Anne Tappe hará unos veinte años. Esta señora encontró que ciertos niños con características según esto distintas a las de los demás críos, tenían un aura color índigo. ¿Qué es el aura? Ah, según quienes pueden verla (entre quienes no nos encontramos ni usted ni yo, amigo lector… ni nadie que conozcamos, cosa curiosa), son emanaciones energéticas de colores que desprenden los seres vivos. ¿Y qué características extraordinarias presentaban esos niños? Ah, pues eran inquietos, desafiaban la autoridad, no estaban a gusto con el estatus quo, eran creativos y absorbían el conocimiento como esponjas. Notable, ¿verdad? Lo que salta a la vista es que la señora Tappe jamás había visto antes a un niño sano y en su vida se paró en una Secundaria. Aparte de eso está el pequeño detalle de que nadie nunca ha podido probar científicamente, en situaciones controladas y apegadas a los parámetros más rudimentarios de la experimentación (los que aconsejaba Galileo hace… 380 años) la existencia misma de algo llamado aura. O sea que, para efectos prácticos y de acuerdo a la educación que se supone hemos recibido quienes cursamos estudios superiores, la mentada aura sencillamente no existe, sea del color que sea. Así de simple.

Pero el alucine de los Niños Índigo era demasiado tentador para que lo dejaran en paz los vivales de siempre. En 1999 una pareja de embaucadores llamados Lee Carroll y Jan Tobber sacaron un libro titulado “Los Niños Índigo: los nuevos chicos han llegado”, en donde se lanzan a afirmar que estos pequeñines son una forma evolucionada de humanidad, muy probablemente estimulados por acciones telepáticas de alienígenas. ¿Qué tal?

Pero vayamos por partes. El señor Carroll se ha hecho un nombre en el mundo de la onda parapsicológica y New Age debido a que, desde hace tiempo, es un célebre canalizador. ¿Qué es un canalizador? Ah, pues un ser humano que sirve de canal para que entidades de otro planeta, dimensión o estado espiritual más elevado se comuniquen con nosotros, la perrada de sol (o sombra norte). El señor Carroll ha servido durante años y años como canalizador de una entidad llamada Kryon, cuya característica más excepcional es la enorme cantidad de frases hechas, lugares comunes, estupideces y gansadas que emite. Por ejemplo, Kryon ha iluminado al mundo con mensajes como “el amor es la fuerza más poderosa del Universo”. ¡Magazo!, como diría Beto el Boticario. Con esas tonterías Carroll y su compañera han editado siete libros y han estafado a quién sabe cuántas almas sencillas en conferencias, seminarios y talleres en tres continentes.

Pues bien, quizá hartos de carcajearse de los ingenuos que creen en Kryon y su filosofía combinación de Roberto Madrazo con Chabelo, este par de malandrines se apropiaron del concepto de los Niños Índigo, los “redescubrieron” y ya empezaron a hacer un negociazo con él. La verdad, son muy buenos para la cuestión mercantil. Porque supieron pegarle en su mera pata de palo a un sector que suele estar al mismo tiempo muy angustiado y deseoso de encontrar ayuda: la de los padres con niños diagnosticados con Desorden de Déficit de Atención (DDA) o con Desorden de Hiperactividad y Déficit de Atención (DHDA).

El libro de estos pillos dice que muchos chavos diagnosticados con DDA y DHDA son Niños Índigo. Y que como tales, en realidad constituyen una especie de raza superior incomprendida por los normales; que está descontrolada por ser “nueva” en este universo tridimensional (ignoro dónde andaban antes) y porque a sus chakras no les patina el Béndix o algo así (o a lo mejor sí les patina; la verdad, nunca he sabido qué rayos es el Béndix en los autos, menos en las chakras). Que por lo tanto no deben ser tratados con drogas como el Ritalín, sino con cuidados y entrenamiento especiales… que pueden encontrarse en otro libro de su autoría, of course.

Que le digan a un padre que su hijo es de una raza especial, que no necesita medicarse y que en lugar de ser un problema es un privilegiado, es algo que cualquiera desea escuchar… y estará dispuesto a pagar lo que sea por un libro o un seminario o lo que sea que le diga cómo manejar a estos recién descubiertos alienígenas que vienen a alivianarnos a nosotros los terrícolas normales. Quien no quiera apreciar el engaño, allá él. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

Además, digamos que eso de andar hablando de seres superiores huele sospechosamente a nazismo. Como que a estas alturas ya deberíamos estar vacunados contra esas nociones de “los especiales” que así nacieron y por tanto deben tener un trato distinto al de los demás y los que no sean como ellos, los que tengamos aura verde bandera o amarillo guayaba, ni modo, a adaptarse. Claro, crear una sociedad igualitaria y democrática en un país desgarrado como el nuestro es una nimiedad que puede ser dejada para más tarde.

Y por supuesto, conociendo cómo se las gasta el culto público lagunero, no me quiero ni imaginar a los padres irresponsables que, con tal de no tener que disciplinar a sus hijos (a los que les tienen miedo, no sé si por el aura que se cargan), con tal de que alguien más se haga cargo de sus monstruitos y no se los corran de la escuela, van a salir con que son Niños Índigo y por eso se explica que hayan destrozado a martillazos dos o tres excusados o quemado media biblioteca. O a las señoras fodongas que van a alegar que la malcrianza, desvergüenza, soecidad, pereza, egoísmo y absoluta falta de responsabilidad de sus vástagos se debe a que tienen el aura índigo o de perdido morado obispo. Si no conoceré a mi gente…

Total, que pese a encontrarnos en un mundo supuestamente regido por unas reglas que limitan y definen con precisión lo que es el conocimiento legítimo, todavía sobra quién lleve agua a su molino, se aferre a todo lo que le sirva de pretexto para no hacerse responsable de sus actos o hijos (que son consecuencia de sus actos, if you know what I mean) o se atenga a sus propios prejuicios. Y luego por qué está el mundo como está.

Consejo no pedido para no ponerse verde de envidia: Escuchen “Oxígeno”, de Jean Michel Jarre; para seguir cromáticos, vean “Azul”, con la etérea Juliette Binoche y lean “El péndulo de Foucault”, de Umberto Eco, sobre la movida aventura producida por un gran engañabobos. Ah, y los remito a http://skepdic.com y a http://www.kryon.com/ (En esta última no se pierdan “1998 UN Channelling” ¡y retuérzanse de risa!) para que se la cotorreen y vean a los niveles a que llegan estos vivales. Provecho.

Correo: francisco.amparan@itesm.mx


Fuente: http://www.elsiglodetorreon.com.mx/start/nID/15191/