Walter se quita la capa: el astrólogo más famoso del mundo hispano habla sobre la muerte de su madre, su riqueza y su vida sexual. Es sábado por la tarde y Walter Mercado, el astrólogo, tiene el día libre. Hoy no tiene que decirle a millones de personas si se van a casar, a divorciar o si tendrán suerte en el futuro. Como era de esperarse, al salir a la calle a comprar películas en vídeo (uno de sus pasatiempos favoritos) prefiere hacerlo de incógnito. “¿Crees que me reconocerán?”, pregunta al salir del dormitorio de su apartamento en Brooklyn, Nueva York. Luce una chaqueta estilo Mao color café y unas gafas de sol que le quedan un poco grandes.

“En Nueva York todo el mundo conoce a Walter”, dice esta superestrella puertorriqueña y asegura: “cuando camino por las calles de México necesito 10 guardaespaldas. Aquí no, si voy de incógnito”.

El disfraz no funciona más de cinco minutos, ya que al bajar, una vecina lo reconoce y le pregunta si hizo bien al vender su negocio. “Sí, la transformación es buena”, le dice Walter, al saludarla como si hiciera una bendición papal con su mano llena de joyas.

Parece un gesto exagerado, pero no lo es. Tal y como lo indica su apellido, Mercado, de cincuenta y tantos años de edad, es un fenómeno del mercadeo, que rinde unos dividendos económicos exorbitantes. Su séptimo libro, Más allá del horizonte: Visiones del nuevo milenio, no es más que el último proyecto de su creciente imperio. Actualmente, Walter escribe una columna de horóscopos para diversos periódicos y por primera vez, a partir de junio, saldrán al mercado una serie de CDs para cada signo astrológico. También tiene una línea psíquica que recibe alrededor de 50,000 llamadas diarias, un segmento diario en el programa Primer Impacto (Univisión) y presenta varias veces al año El show de Walter Mercado (Univisión) que son vistos por más de 120 millones de seguidores en más de 50 países.

Pero este hombre que ve con tanta claridad la vida de los demás, es un tanto miope en cuanto a sus asuntos personales. Por ejemplo, al preguntarle a cuanto asciende su fortuna, contesta: “No sé nada de dinero”. Sentado en su apartamento de dos habitaciones, por el que paga 2,000 dólares al mes, Walter se ve obligado a preguntarle a Willie Acosta, su asistente personal desde hace 19 años: “¿Cuánto dinero gano al año?” Entre alfombras persas, antiguedades, figuras religiosas de la India, del Tibet y del cristianismo, vuelve a preguntar: “¿Gano varios millones al año?” Acosta le aclara: “¿Varios millones?. No, no, no, tú no. Walter sí tiene un salario, pero no llega al millón”.

Walter, que casi siempre lleva consigo un sobre blanco con 4,000 dólares en efectivo, en billetes de 20 dólares para sus gastos personales, afirma: “El imperio pertenece a los productores, yo sólo soy un empleado asalariado”.

Pero después de explicar que gasta 100,000 dólares al año en ropa, que tiene 1,000 capas en su vestuario y que es dueño de siete hogares en Puerto Rico, Nueva York, Miami y Fort Lauderdale, Walter, sin cambiar la expresión de su cara, dice: “Soy un hombre simple”.

Y eso es cierto en cuanto a su vida amorosa. “Hace 20 años tomé votos de castidad en la India”, dice Walter. “No es una castidad forzada. Si mañana encontrara a la persona ideal, lo rompería, te lo aseguro”.

El aspecto andrógeno de Walter ha hecho que la gente se pregunte qué clase de amante preferiría. Al preguntarle si son ciertos los rumores de que es gay, encogiendo los hombros Walter afirma: “No soy gay. Para serlo tendría que tener a un hombre en la cama y no tengo a nadie, ni siquiera a un gato. Para ser gay tendría que amar a los hombres y yo amo a toda la humanidad”. Y la gente siempre ha correspondido a su amor con cariño.

La vida mística de Walter empezó a desarrollarse cuando éste tenía 3 años de edad y vivía en Ponce, Puerto Rico, donde se crió. Como si se tratara de una novela de Gabriel García Márquez, Walter dice que curó a un pajarito en el patio de su casa, con sólo tocarlo. El pájaro y los poderes curativos de “Walter de los milagros” rápidamente tomaron vuelo. Poco después curó a una cabra y de pronto, había más de 100 personas haciendo cola en la puerta de su casa esperando turno para que él las tocara. Esta súbita fama preocupó a sus padres, Aída, una mujer dedicada a su hogar y a José, un propietario de tierras agrícolas.

“Nuestra familia lo veía como alguien especial”, dice su hermana menor, Aída Mercado, quien trabaja con él como su administradora personal y de finanzas. “Desde niño era muy espiritual. No era como otros muchachos que se pasaban el tiempo jugando a la pelota”, añade Aída.

Pero el niño-curandero sufría de diversos problemas de salud. En su infancia, Walter padeció de pulmonía, problemas del corazón y tartamudeaba tanto que pronto se convirtió en un “mudo” solitario.

A los 7 años de edad, visitó a unos santeros en Cuba y según él, regresó curado de todo, menos de la tartamudez, que por fin logró superar a los 17 años, después de recibir terapia intensiva.

Durante su juventud se destacó como bailarín y actor. Incluso realizó doblajes de voz para cine y televisión. Interpretó todo tipo de personajes, desde Mammy (la esclava de raza negra en Lo que el viento se llevó), hasta Astro Boy, un dibujo animado. Sin embargo, Walter nunca dejó atrás el Tarot, las cartas astrales y sus inclinaciones espirituales.

Pero nada cambió su vida tanto como lo que pasó el 3 de agosto de 1969, durante una sesión fotográfica para promover una obra de teatro en la que hacía el papel de un príncipe indio que vestía una capa. De buenas a primeras le pidieron que fuera al Show de Cheito Bugalú, ya que el invitado programado no iba a poder asistir y necesitaban un sustituto.

Bugalú, que conocía bien la obsesión de Walter por lo espiritual, en vez de entrevistarlo sobre la obra de teatro que estaba haciendo en San Juan, lo entrevistó sobre astrología. “Me tomó de sorpresa, pero fue como si me apretara un botón”, recuerda Walter, quien nunca se quitó la capa para la entrevista. “Empecé a hablar y hablar y hablar. Que si el Tarot dice esto, que si el Tarot dice lo otro. Estaba como en trance”. El debut improvisado coincidió perfectamente con la época de los “hippies”, el libertinaje y la era de Acuario. Walter fue un éxito instantáneo. Tres días más tarde, a insistencia de un ejecutivo de Telemundo, Walter se puso nuevamente la capa para ayudar con los efectos visuales de un nuevo programa: El show de Walter.

Los únicos hechos que han oscurecido y teñido de tristeza el deslumbrante mundo de Walter han sido la muerte de sus padres. “El único momento triste en mi vida ocurrió hace ocho años, cuando murió mi madre [de una enfermedad renal]”, dice Walter. “Pensé que sabía todo sobre la muerte y la reencarnación, pero cuando tienes que enfrentarte a la muerte, es muy difícil”.

Dice Aída, su hermana, que Walter era muy apegado a su mamá y que ella también lo adoraba. “La luz de los ojos de mami era él. Walter sufrió mucho, mucho, más que nadie”.

La muerte de su padre, José, quien murió de cáncer el año pasado a los 93 años de edad, también fue muy doloroso para Walter.

Y cuando le toque a él entrar en el mundo celestial con el cual ha creado un imperio, Walter dice estar preparado. Es un verdadero creyente de la reencarnación. No hay duda sobre quién quisiera ser cuando regrese. “Me gustaría volver como Walter”, dice con una sonrisa picaresca. “Lo he pasado tan bien, ¿por qué cambiar?”