En 1912, un anticuario neoyorquino llamado Wilfrid Voynich compró cerca de Roma lo que a todas luces era un libro medieval. Sin embargo, al abrir el manuscrito de cerca de 116 pliegos hechos de piel, descubrió que tenía la peculiaridad de estar escrito en un alfabeto que el anticuario –un experto– no conocía. Lo más probable es que se trate de un fraude pensado para sacar dinero al pobre de Rodolfo II, un amante de la alquimia y el ocultismo, víctima ideal de un chanta medieval.

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