Uno, que suele guardar memoria de algunas cosas, sobre todo si se trata de soberanas estupideces, tiene apuntadas las predicciones que los sabios arúspices, profetas, nigromantes y demás conocedores del porvenir hicieron para el año dos mil. Hacían los muy enterados, entre otras muchas predicciones, el anuncio de la muerte de Juan Pablo II y de Ronald Reagan. Ya lo ven. Decía Acisclo Karag, maestro en la ciencia de cubrir quinielas, que él nunca fallaba los resultados; fallaban los equipos. Por supuesto, aquí quienes fallaron no fueron los de la bola de cristal, sino la Divina Providencia, que se olvidó de los dos venerables ancianos. Se ve que por allá arriba no les importa llevar la contraria a la ciencia.

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