Resulta que en este mismísimo instante la Plaza de Armas de Santiago está siendo despojada del único rasgo pintoresco que le iba quedando: las tarotistas y los tarotistas que ejercían sus poderes adivinatorios frente a la Catedral, quienes no podrán continuar escrutando en la vía pública, a cambio de unas chauchas, la suerte de los paseantes.

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