NO han sido los rastros del meteorito errante que atravesó en diagonal la Península en la víspera de los Reyes Magos los primeros avistamientos que han hecho soñar a los contempladores del cielo con ilusiones que pudieran redimirnos de nuestra condición limitada y fatalmente mortal. Gran parte del siglo pasado estuvo recorrida por carros de fuego de Elías que han llenado los bolsillos de algún Benítez y otros Lópeces.

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