Escuchan misa en latín con una liturgia ya abolida por el Vaticano. Se abstienen de comer carne los viernes y las mujeres se cubren la cabeza en la iglesia.
Durante más de tres décadas, un número reducido de católicos estadounidenses siguen empleando formas de culto abandonadas por sus pastores.
Ahora sus creencias ultraconservadoras están bajo escrutinio en momentos en que su adherente más famoso, el actor y director de cine Mel Gibson, se apresta a exhibir una película sobre la crucifixión de Jesús que aun antes de su estreno es objeto de controversias.

El catolicismo tradicionalista nació en oposición a las reformas instrumentadas por el Concilio Vaticano Segundo, una serie de reuniones de la plana mayor de la Iglesia de 1962 a 1965 que introdujeron cambios radicales.

El concilio alteró las prácticas y enseñanzas católicas para hacerlas más relevantes al mundo moderno, como oficiar la misa en los idiomas locales en vez del latín, celebrar la misa de cara a los feligreses e impartir la comunión en la mano en vez de la boca.

El concilio manifestó que otros cristianos además de los católicos pueden salvarse. También declaró que los judíos no eran colectivamente responsables por la muerte de Cristo: la noción de la culpabilidad judía alimentó el antisemitismo durante siglos.

Pero los tradicionalistas rechazan las decisiones del concilio.

Creen que sólo el catolicismo es la verdadera vía de la salvación y que adhiriendo a las enseñanzas preconciliares de la Iglesia son los únicos católicos verdaderos, dice William Dinges, experto en el tema y profesor en la Universidad Católica de América.

“Son el equivalente católico al fundamentalismo protestante”, precisó.

Gibson se ha negado durante años a precisar en detalle su afiliación religiosa y volvió a negarse en una entrevista por correo electrónico con la AP al filo del fin del 2003.

En el pasado se limitó a decir que escucha la misa en latín y recientemente construyó su propia capilla cerca de Malibú, California, para tenerla cerca de su casa. Pero no está en claro a qué preceptos tradicionalistas adhiere.

El movimiento es tan diverso como los muchos desprendimientos que ha generado, desde moderados que mantienen algún contacto con el Vaticano hasta los más militantes que rechazaron de plano la autoridad del fallecido papa Juan XXIII –que había convocado el concilio– como la de todos sus sucesores.

Todavía existe una facción más extrema que cree
que el concilio fue una conspiración de judíos y masones para destruir la Iglesia.

Algunos llegan a considerar que todos los papas elegidos desde esa reunión han sido “precursores del anticristo”, según Michael Cuneo, sociólogo de la Universidad de Fordham que escribió “El humo de Satanás”, un libro sobre los tradicionalistas.
Nada de lo que ha dicho Gibson en entrevistas de prensa sugiere que pertenezca a la facción extremista.

En cambio el padre del actor, Hutton Gibson, dijo a la revista del New York Times para un artículo en marzo del 2003 que el concilio fue “una conjura masónica respaldada por los judíos”.

No está claro qué creencias comparten padre e hijo, si es que comparten alguna.

Las creencias personales del actor son motivo de polémicas entre los críticos de cine por su película “La pasión de Cristo”, por temores a que reviva la noción de que todos los judíos son culpables por su muerte. La fecha de estreno es el 25 de febrero, el miércoles de ceniza.

Gibson ha insistido en que su filme no denigra a los judíos.

Varios de sus amigos judíos dijeron no haber percibido ningún prejuicio en la película, que ha conquistado elogios de muchos cristianos prominentes, entre ellos el evangelista Billy Graham.

Un asistente del papa Juan Pablo II dijo que el pontífice consideró que la película revela fielmente lo que ocurrió con los padecimientos de Jesús que culminaron en su crucifixión.

Los adversarios del filme que pretendan buscar pruebas de prejuicio en la concepción tradicionalista de Gibson se verán frustrados.

Dinges ha estudiado los comentarios de Gibson y cree que el actor no está vinculado con una rama específica del movimiento. Los tradicionalistas tienen tan pocos vínculos que se construyen capillas independientes sin conexión entre sí.
“Él no está afiliado con ninguna sociedad ni grupo, pero tiene a alguien dispuesto a rezar la misa (en latín) en la capilla”, opinó.

Se desconoce el número exacto de los tradicionalistas en Estados Unidos. Algunos expertos creen que unos 50.000 estadounidenses se consideran parte del movimiento, en comparación con 64 millones de católicos en la iglesia oficial.

http://www.elimparcial.com/edicionenlinea/notas/entretenimiento/20040106/72933.asp