En el mercado de Sonora, en la Ciudad de México, en estos días se le carga el trabajo a la madrina Lukcero Aghakán, la bruja más conocida del lugar, heredera de una tradición de sus antepasados: los fundadores del pasillo ocho. Decenas de capitalinos que en estas fechas atiborran el inmueble ubicado en Fray Servando y Circunvalación, a un lado de la estación central de Bomberos, le solicitan limpias, hechizos y amuletos para obtener en 2004 amor, dinero y prosperidad.
Perteneciente a la sexta generación de la familia que se dedica a la brujería, la madrina Lukcero explica que “aquí hacemos de todo, tanto para bien como para mal”.

Aunque ella no es la única que atrae clientela por estas fechas, pues la competencia es grande, además de que los charlatanes aprovechan la demanda de soluciones mágicas para hacer de las suyas.

En el anteriormente conocido como “mercado de los brujos y de los animales”, una fila de personas espera a hacerse una limpia con otra bruja de nombre Estela, quien se dedica únicamente a la santería.

Ella trabaja generalmente con plantas, velas, inciensos y diferentes animales muertos, que son vendidos unos locales cercanos.

En este negocio, la gente se amontona para ser bendecida y purificada, ante una gran imagen de casi dos metros de altura, que como explican los mercaderes, se llama Changó, un santo negro, cubano, que atrae la abundancia, dinero y trabajo, aunque también tiene entre sus fieles a delincuentes, porque, dicen, les ayuda a escapar de la justicia.

Al recorrer el mercado, el olor a inciensos y velas aromáticas predomina en el ambiente, así, trolls, gallos, vírgenes, coronas de ajos, hierbas, demonios y figuras de la Santa Muerte, atiborran los escaparates, junto con jabones, libros y recetas, además de los amuletos y otras imágenes que cuelgan del techo.

Marcela, una señora que frecuenta el mercado, espera con su bebé en un local arrinconado a la bruja Zulema, quien ya le prepara un ojo de venado, hierbas y brebajes, para un trabajo que “protege” al niño de cualquier mal.
Luego procede a frotarlo con el preparado al mismo tiempo que reza por él.

Las tradiciones de siglos atrás siguen intactas; los chamanes gritan y reparten volantes en los alrededores para atraer a los clientes a sus locales y hacerles cualquier trabajo que les pidan.

“Yo vengo a que me lean el tarot para saber que me depara el próximo año”, dice la señora Dolores, quien es cliente frecuente de la bruja Zulema. La confianza que le tiene a la ocultista es grande, pues en ocasiones no le ha cobrado algunos trabajo.

En los locales dedicados a la santería, vampirismo, espiritualismo, ocultismo y otras ramas, los precios varían. En algunos se paga “lo que sea la voluntad” del cliente y en otros, con tarifa fija, se cobran hasta 400 pesos.

RECOMENDACIONES. En el mercado de Sonora, Crónica consultó cuáles son los principales pedidos de esta fechas. Y las diferentes brujas y adivinadoras contestaron que las velaciones, las purificaciones y también los rapamientos para dañar a otra persona.

Pese a que la mayoría de las personas buscan dinero y abundancia, otras tantas le tienen miedo al mal que pueda venir en el 2004, por lo que solicitan limpias para alejar envidias y males de ojo.

La limpia se practica rodeando a la persona con veladoras y con diferentes plantas para sacarles el mal que llevan dentro.

Los brujos del mercado recomiendan, para recibir con suerte el 2004, bañarse con sal, la cual purifica todo lo malo que hubo en este año.

También aconsejan practicar un rompimiento para dejar atrás todo lo viejo y recibir con bien lo nuevo que se aproxima y despojarse del pasado.

Asimismo, tener imágenes de la muerte, ya que atraen el amor y son buenas para la protección personal.

Pero lo mejor es hacer un ritual para abrir el año, el cual se lleva a cabo en un círculo formado por doce velas representando los doce meses del año. Cada una tiene un significado según el color: roja y rosa, el amor; amarilla, abundancia; blanca, pureza; y la negra es utilizada para la destrucción.
Por último recomiendan lo “clásico” para la noche del 31, es decir, usar ropa interior roja, comer doce uvas a las doce de la noche, salir con maletas a la calle, tirar monedas por la casa y estar unido con la familia para permanecer así todo el año, y repetir el ritual.

Fuente: www.cronica.com.mx