¿Es correcto que los gobernantes pertenezcan a sectas secretas sin que sus gobernados lo sepan? ¿Qué no sería importante que la sociedad sepa si estas sectas comprometen de alguna manera a los funcionarios que a éstas pertenecen? El hombre que gobierna al país más poderoso del mundo, George W. Bush, ¿no está obligado a dar información sobre las actividades de la secta o “fraternidad” a la que pertenece?Estas preguntas desfilan por los medios de información norteamericanos e internacionales como nunca antes. La opinión pública está dedicando ahora mucho más tiempo a discutir el de antaño conocido hecho de que hay una fuerte relación entre los gobiernos en el mundo y algunos grupos u órdenes que se manejan con secrecía, en especial las de los llamados Masones (o “freemasons”). Un creciente interés ha despertado el cada vez más publicitado hecho de que George W. Bush, presidente de los Estados Unidos de América, es miembro de la secta llamada “Skull and Bones” (“Calavera y Huesos”), lo mismo que su padre y su abuelo Prescott Bush.

De la “Skull and Bones” se puede dar poca información oficial, al igual que de las Logias Masónicas en el mundo, puesto que sus reuniones, sus objetivos y sus listas de miembros suelen ser secretos. En el caso de los Masones, es sabido que entre otras cosas se dedican al estudio de la metafísica -incluido lo que algunos llaman lo “Oculto”-, y sus defensores y pocos voceros públicos aseguran que su misión es el mejoramiento de la sociedad y que sus miembros buscan los más altos fines éticos. Algunos críticos y detractores, sin embargo, aseguran que los fines últimos no son conocidos más que por los que ocupan las más altas esferas de la estructura masónica, y que principalmente están abocados a controlar el mundo para sus propios intereses.

Si hay algo difícil de negar, es que desde hace varios siglos, los masones han sido en gran medida responsables del destino de la sociedad Occidental, y que, entonces y ahora, sus miembros ocupan puestos de gran poder. Cada vez es mayor la investigación que en el mundo se realiza -y publica- sobre el tema. Según el historiador inglés y experto en masonería, Jasper Ridley, entre los miles de masones famosos podemos nombrar a Wolfgang Amadeus Mozart, a George Washington, a Benjamin Franklin y a Winston Churchill; y en México a Miguel Hidalgo, Agustín de Iturbide, Antonio López de Santa Ana, Benito Juárez, Porfirio Díaz y Francisco I. Madero, al igual la mayoría de los presidentes mexicanos posteriores a la Revolución.

Aunque la primera Gran Logia Masónica surgió en Londres y ésta se extendió por gran parte del mundo, no todos los Masones pertenecen al mismo grupo ni necesariamente actúan coordinados. Existe una diversidad de logias y grupos que explicaría, en parte, que muchos presidentes masones, por ejemplo, entren en conflicto con otros mandatarios también masones.

Lo que sí se puede dar por un hecho es que quienes pertenecen al mismo grupo de masones tienden a ayudarse entre sí. Ser masón es una condición que facilita el escalar peldaños en la vida política de muchos países, México incluido. Por otro lado, algunos masones han confirmado que uno de los juramentos que se hace en el rito de iniciación es el de que revelar un secreto masónico puede pagarse con la muerte. Cosa que, una vez más, otros niegan por completo.

El caso del grupo al que pertenece George W. Bush, merece especial atención, no sólo por ser él presidente de los Estados Unidos, sino también porque éste es un grupo tan selecto que sólo admite a 15 miembros nuevos al año, lo que limita el total de miembros a aproximadamente 800 en toda época. Un grupo de elite, selecto, secreto y poderoso. Una vez más, poco se sabe realmente sobre “Skull and Bones”, y Bush se ha negado a hacer declaraciones al respecto. Esta actitud sin duda está siendo fuertemente cuestionada, ya que lógicamente algunos norteamericanos quisieran saber a qué clase de compromisos se obliga su presidente en esta secta. Y vaya que puede llamársele así, “secta”, aunque otros no la consideren como tal. De entrada usan como símbolo un siniestro cráneo con dos huesos cruzados, lo mismo que el símbolo del veneno o de los antiguos piratas ingleses. Pero además, recientemente un periodista del New York Observer grabó desde una apertura en el techo del recinto donde se reúnen los de “Skull and Bones”, una de las sesiones o rituales de iniciación. En el video puede verse algunos cuerpos de mujer desnudos en el piso, y un hombre con algún tipo de disfraz, y con una espada amenazando el cuello de una de las mujeres. También se escuchan gritos desgarradores de una voz de mujer. Quienes han investigado estas sesiones aseguran que se trata de extravagantes representaciones teatrales donde todo es actuado, y muy probablemente el único efecto real de las mismas es la impresión que causan entre quienes participan. No cabe duda, sin embargo, que ritos como éstos son motivo suficiente para que la sociedad civil demande una explicación al proceder y a los objetivos de este grupo, más si una figura como George W. Bush pertenece al mismo.

En México los misterios de los Masones también están despertando mucho interés. En su reciente libro “Confidencias Peligrosas” (2002), Rafael Loret de Mola insinúa repetidas veces el involucramiento de masones en importantísimos sucesos de la política nacional. Loret de Mola cita al diputado Guzmán Pérez Peláez y al abogado Jose Antonio Ortega, sobre el tema de la investigación del crimen del que fuera Obispo de Cuernavaca, Luis Reynoso Cervantes. Dice que ellos le revelaron que habia dos fuertes lineas de investigación sobre el crimen: una que llegaba directamente al entonces presidente Salinas de Gortari, y otra que “se detiene en Córdoba Montoya… y la masonería”. En el mismo libro, Loret de Mola hace referencia a reuniones de la masonería donde se hablaba de empezar a “cortar cabezas”, justo antes de la serie de crímenes que sacudieron México a partir de 1993, iniciando con la muerte del Cardenal Posadas, e incluyendo el asesinato de Luis Donaldo Colosio.

También en dicho libro, el autor afirma que Julian Aznar, empresario del cemento, le confio lo que “era un secreto a voces dentro de la cúpula de la Iniciativa Privada… (Le dijo:) “Es curioso: Colosio no era masón; Zedillo…sí”.

¿No debería la ciudadanía saber más? Si los grupos secretos condicionan o comprometen a sus miembros, y éstos se convierten en funcionarios públicos, ¿no se pone en entredicho a la democracia? ¿No deberíamos obligar a los políticos a revelar los grupos u organizaciones a los que pertenecen, así como las actividades y los fines de los mismos? ¿No deberíamos investigar más? Y es que con datos como los antes señalados, sería factible pensar que quienes nos gobiernan realmente son esos grupos secretos, y no los individuos que creemos que lo hacen.

Por Luis Padua
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